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Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza.

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Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza.

2/1/21

MEMORIA Y FUTURO

 

Cada uno de nosotros hace cuentas de pasado y conjetura un álgebra posible del futuros. Por nuestra cabeza pasa un loop los momentos álgidos, celebratorios y tristes. Todos entremezclados. Todxs brindamos por seres queridos. Algunxs, antes de la hora señalada, pasan frente a algún espejo para hablarse en la intimidad de lo que necesitan silenciar o no se atreven a compartir... 

Frente a los cambios de año hay algo ineludible de intimidad. De monólogo interior basado en  silabas hecha de meses, caídas, asombros y sorpresas. Pero al costado de esas escenas fragmentarias e intransferibles hay quienes toman impulso en el viaje hacia sus coetáneos, conocidos o desconocidos. Salen a la calle, se convierten en un nexo con otrxs. Reclaman la libertad de lxs Presxs Políticxs. No se conforman con lo dado. Divulgan una topografía común, una encrucijada de tránsitos en armonía compasiva y humilde –únicamente– con quienes no están en guerra contra sus semejantes. No son ingenuos. 

Acusados de maniqueos, mis hermanxs, se aferran a copas para repudiar la mezquindad en sus variadas y complejas formas. Las explícitas y las diplomáticas. Las que relegan a los humildes.   Las que deprecian a lxs trabajdorexs. Las que instituyen falsas superioridades respecto de las mujeres. Las que estropean el mapa del planeta con invasiones, injerencias o restricciones a las soberanías de los pueblos. Las que mercantilizan el aire, el agua y exterminan a criaturas vivientes en nombre de un becerro de oro manchado de sangre. Mis hermanxs, memoriosos,  registran cada cachetazo que reciben lxs más vulnerables. No dejan pasar una. Se les da, en pleno brindis, por recordar a compañerxs que ya no están. Eligen alguna estrella antes de pronunciar sus nombres. Rememoran sus pacientes de luchas contra la mezquindad –escenificada de lujo– y repiten los nombres de los enemigos de la generosidad humana. Son obstinados.   

Saben que para alcanzar esa escenario tienen que zafar del fundamentalismo neoliberal. Saltar al encuentro, ensanchar el puente entre el territorio acotado de la subjetividad para acceder a la plaza colectiva de la política. Para una gran parte de la sociedad ese es una vinculo desconocido: los han convenido que el mejor recorrido es de la desconfianza hacia sus semejantes y de guerra (o competencia) contra ellos mismos. El hechizo del neoliberalismo represivo ha logrado anestesiar a un sector social inculcándole el estropicio como destino. Ha impuesto como normalidad la profecía tenebrosa de las catástrofes naturales. Ha supeditado toda regulación a la fantasmagórica presencia de unas mano invisibles que premian a los mercaderes omnímodos y monstruosos. El modelo hegemónico se niega sistemáticamente a asumir las consecuencias de su accionar: impide que pueda advertirse la correlación entre sus decisiones y sus destrucciones. Pone un velo, ciega su negrura, naturaliza la ciénaga que nos ensucia y nos lanza a la soledad y pánico.  


Timing del sentido



Nuestro cronograma vital pretende ser  cíclico. Concluimos años en formato planetarios para darle un sentido al movimiento de nuestra vida. Para fijar en parámetros nuestro lapso biográfico. Tenemos fechas para todo. Mojones con cifras anuales. Días y meses que acompañan el trayecto de la tierra alrededor del sol. Aniversarios, ciclos, flores, cumpleaños. Esta temporalidad tan reputada, fue descripta por un señor llamado Alberto Einstein como relativa. La duración depende del sujeto que la percibe, que la define y le pone en un orden de sucesos,   de secuencias. La pretendida circularidad de los años nos lleva a esos planteos en perspectiva. Quizás porque algunos nos empecinamos en resguardar el brillo pulsional de nuestra infancia: esa eternidad de futuros que ni siquiera tenían días previsibles de cara a un mañana. Eso que venía como  presente de agitación lúdica. Un asombro. 

La forma con la que pautamos el tiempo humano con pretensiones ordenatorias tiene su costado ingenuo. Creemos que mañana, primero de enero, será un abrupto inicio per se. Abrirá la periodización que presume como comienzo irrestricto de algo. Un adiós absoluto a este 2020 que nos dejó llagas en los pulmones y en los ojos. Partimos hacia 2021 como en final. Como el silencio finito del chasquido de la vela que se apaga. Hacemos memoria del cruce que no fue. De todo lo que no sucedió. De lo que nos espera. Unas imágenes apiladas en varias fotos recientes. Sombras desteñidas que incluyen partidas, arribos y –obviamente– estos deterioros previsibles de la osamenta vital.

Aunque nos cueste asumirlo, somos un lapso. Un paréntesis en los tramos de una continuidad histórica. Hay tres tipos de tiempos que se nos cruzan. El primero es íntimo, emocional, subjetivo. Se compone del sentido que le damos a lo que vivimos. El segundo es social. Remite a al engranaje de movimientos en los que estamos insertos. En la actualidad, por ejemplo, estamos atravesados por una ola verde: si la negamos, la desconocemos o la ignoramos, nos pasa por arriba. Si la acompañamos, la surfeamos, o la tratamos de incorporar podemos llegar a crecer con ella. La tercera temporalidad excede el tiempo biográfico de nuestra vida. Pero es el formato de las máximas sorpresas. La tradición china remite a esa cronología como tiempos interesantes: una revolución (la francesa, la rusa, la cubana), o el fin de una época: el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo, etc. 

En las vidas usuales, las múltiples, las reales, todo transcurre en termino de corazones, expectativas, amores, sueños estratégico o quimeras rotas. Somos eso que fuimos capaces de conjeturar y al mismo tiempo lo que no pudimos prever. Esa mezcla. Pero no podemos sustraernos al conflicto objetivo conta la infamia y la vileza. La falsa paz del márketing tranquilizador –inoculador de la pasividad, la contemplación absoluta y el conformismo–  es funcional al tránsito esquivo que logra pasar por la vida sin mirar a los costados. Sin asumir la procedencia. El origen. La continuidad de dónde venimos. Para muchxs, forasteros al padecimiento de sus hermanxs, esta estrategia plastificada puede ser útil como bálsamo de ajenidad. Se convierte en el remedio de la burbuja excéntrica. 


Tipologías

Muchos de nosotros carecemos de esa paz. Se nos seca la garganta ante la impunidad. Se nos llenan de lágrimas las corneas. Nos colmamos de furia ante cada provocación. Es que asumimos la existencia de esta conflictividad intrínseca contra el sometimiento, La presencia de una negrura que sobrevive en los márgenes de la luz que habita en el afecto. 

Hay conflicto por que la maldad existe. Negarla nos paraliza. Te enferma o te convierte en una ameba deshabitada. La indignidad está presente en la destreza aviesa de muchxs integrantes de la especie humana. Y esa perversidad tiene fechas, nombres, direcciones, número de celular. No es un relato ideológico. Tiene consecuencias en la vida cotidiana, Y tiene políticas, discursos y jueces que las instituyen. 

La crueldad dispone de esferas de dominación irrestricta. Frente a sus designios, prepotencias y brutalidades muchxs decidimos no ser indiferentes. Empuñamos todos los escudos disponibles para defender la respiración, la naturaleza, las criaturas que laten, el agua, la risa, el espíritu lúdico, la creatividad e incluso la sobrevivencia combinada de toda estas existencias simultaneas. No nos resigamos. Apostamos (hipotecando) nuestros huesos a que hay algo de trascendencia en esta pelea. No importa el nombre que tenga, si es de carácter divino, teológico, óseo o simplemente amatorio. Su entrega desprendida y su repudio visceral al egoísmo naturalizado convierten esta disputa en una causa sublime e irrenunciable.  

De ninguna manera significa que esa reyerta nos deba convertir en sujetos oscos, revestidos de amargura. Por el contrario: no hay alegría más inconmensurable que ser parte de ese torrente de belleza que implica la solidaridad, la entrega al prójimo, el trayecto en compañía con el golpeado. Esa dimensión nos transporta a un sentido último ajeno a la oscuridad: viene con música; risas hasta altas horas de la noche, poesía no enlatada y relatos de amores imposibles. Algo así como la potencia enternecedora de un abrazo brindado como bienvenida, o la inoculación de la confianza enérgica de cara a un camino que se inicia. O, si se quiere, como la honrada gestualidad de una amabilidad sobria hacia quienes más duelen. Eso de dejar migas de ternura en el territorio donde el dolor hace su estaca, su sudor, su madrugada. Eso de sentirse que no se pasa al pedo por la vida. 

Brindo, conmovido, por quienes no arrugan ante esta pelea. Por quienes construyen artefactos de humor en plena noche. Por quienes tienen la fortaleza de alumbrar el barro. Por quienes nos salvan con una simple sonrisa en la tarde que creímos como última. Por quienes dan un paso al frente para defender a sus hermanos y están dispuestos a pagar el precio de su valentía. 

A sabiendas que esta gente maravillosa existe. Y que son señalados por los índices extraviados los capitostes del utilitarismo intolerante, levanto mi copa en esta noche. La gloria siempre suele presentarse en alpargatas.

 

Balance de la sombra
El año que vivimos en peligro, las heridas de la peste y la esperanza en formato de inmunidad.
 
Por Jorge Elbaum
 
 
 

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