Tuve el gran honor de estrechar su mano en Caracas en diciembre pasado en ocasión del lanzamiento de la CELAC. Ese día me dirigí a usted como “Presidenta Malvinera”, título que amerita por liderar la gestión del único gobierno que ha internalizado y asumido el tema Malvinas en sus distintas facetas y dimensiones. En lo humano, al promover varias formas de apoyo, sobre todo al impulsar los viajes de los familiares de los caídos a las islas, o con las diferentes formas de reconocimiento que siempre tuvo para con nosotros, los excombatientes.
Desde el desarrollo de Políticas de Estado, hilvanando una sucesión de acertadas acciones en la batalla diplomática por las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur en todos y cada uno de los foros y organismos internacionales pertinentes, centrando los derechos, irrenunciables e irrefutables, sobre nuestras islas.
Partí de la Patria hace ya más de 20 años. Actualmente me desempeño como Representante de la OEA en la República Bolivariana de Venezuela, luego de haber recorrido la geografía de Nuestra América durante dos décadas en misiones de mantenimiento de paz y resolución de conflictos en Centro América y el Cono Sur tanto en el marco de las Naciones Unidas como de la OEA. Desde esta perspectiva de tiempo y distancia, veo una Argentina nueva y distinta, en particular en lo atinente a la Causa Malvinas.
Tanto la dictadura militar como la sucesión de gobiernos constitucionales de estas últimas 3 décadas han abordado Malvinas desde la vergüenza, el olvido o la mera formalidad conmemorativa y protocolar, amén del rosario de claudicaciones y conculcaciones diplomáticas. Sin embargo, este cuadro se modificó de modo tajante a partir de la gestión de Néstor Kirchner y la suya, Sra. Presidenta, y eso llena de orgullo a cualquier argentino, sea cual sea su preferencia político – partidaria, y mucho más a un ex – soldado combatiente de Malvinas.
Cuando al conmemorarse la jura de nuestra enseña patria, frente al Monumento en Rosario, le oí señalar que su cumbre estaba enrejada porque desde allí muchos compañeros se habían quitado la vida, pensé en cuán afortunado he sido por obra de Dios, al poder superar la primer acción “desmalvinizante” que padecimos a través del ocultamiento que la dictadura cívico-militar llevó a cabo de los que estuvimos en las islas, y el olvido de muchos que en 1982 prendían una escarapela en sus ropas y luego volteaban sus rostros cuando recorríamos sitios en busca de fuentes de trabajo.
Hoy dos décadas después de haber dejado la Patria, miro y comparo esta nueva Argentina con esa otra Argentina, lejana y ajena, donde Malvinas era una más de las muchas claudicaciones y desilusiones, una asignatura pendiente, tanto desde las obligaciones que correspondían al Estado y sus políticas hacia el sector (los Veteranos de la Guerra por las Malvinas) como por la claudicación ante el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte en el escenario de la comunidad internacional.
En estos años he laborado tanto en escenarios de disputas territoriales, como la de Belice y Guatemala, como así también de guerras civiles, como las de Nicaragua y Guatemala; y habiendo trabajado con los veteranos –regulares e irregulares- de los diferentes bandos contendores, he podido cotejar y comprobar que el valor del reconocimiento y la asunción de la verdad como elemento sanador fundamental de la autoestima de un pueblo y sus estructuras jurídicas e institucionales, de cara a su Historia y por ende frente a sus protagonistas, constituyen un pilar fundamental en la construcción de un país soberano.
Una guerra es una circunstancia extrema y no deseada, pero si tiene lugar, deja enseñanzas y lecciones tanto individuales como colectivas, y muy particularmente para quienes son llamados a las responsabilidades de la cosa pública y el ejercicio de la defensa de los intereses de una Nación.
En los últimos años la Argentina ha alcanzado un logro fundamental en el ámbito internacional: se ha reinstalado en un sitial no solo de dignidad nacional sino de compromiso activo en los espacios de integración regional bajo nuevos paradigmas; ha consolidado y acrecentado la tradición argentina de paz y contribución a la construcción del derecho internacional y a los usos y costumbres en las relaciones internacionales, que vienen desde épocas que marcaron nuestra mejor tradición de no intervención (la Doctrina Drago), de neutralidad (con los gobiernos de Yrigoyen y los gobiernos en cuyo contexto nació el peronismo) en las dos guerras mundiales, de apoyo a la paz en la Región y al esbozo de los primeros sistemas ad hoc de resolución de conflictos entre estados que planteo el ex canciller y Premio Nobel Saavedra Lamas (que posibilitaron la paz entre Paraguay y Bolivia); la no participación en la guerra de Corea, la no participación en la intervención en Santo Domingo, el aporte al Movimiento de No Alineados (con la salvedad de la vergonzosa participación simbólica en la Guerra del Golfo de los 90), y la constancia y perseverancia en los reclamos por Malvinas en todos los foros y ámbitos de organismos internacionales con eficacia y tino, que ha sido ejemplar.
Como excombatiente de Malvinas, no solicito ni espero ninguna acción más del Estado nacional referido a reivindicaciones socio-económicas. El Estado ha cumplido, al menos con aquellos que no arrastramos secuelas físicas y psicológicas.
Lo que sí espero de este Estado, de la actual administración y de las que vendrán, es que el camino andado no sea revertido, que la valentía de llamar las cosas por su nombre como lo ha hecho usted en todo lo atinente a Malvinas, sea consolidado, acrecentado y sostenido como política de Estado y como gesto del orgullo de ser argentinos y latinoamericanos.
La causa de Malvinas es inherente al Ser Nacional; el oportunismo de la dictadura que ocupó las islas en 1982 fue superado por los acontecimientos y la historia está poniendo las cosas en su lugar; las enseñanzas que nos dejó Malvinas hoy se reflejan con cabalidad en la actitud asumida por el Estado nacional y tiene en la iniciativa del Museo Memorial Malvinas la mejor muestra de que ante tantos ídolos de cartón que nos venden, existen y tenemos 649 héroes que nos inspiran a construir una Patria a la medida de nuestros sueños.
Sra. Presidenta, espero renovar el privilegio de saludarla, esta vez en suelo patrio, en Ushuaia, en ese Sur tan caro a usted y a nosotros los malvineros, cuando viaje al país para sumarme el 2 de abril a los homenajes a los caídos en este 30 aniversario.
Respetuosa y afectuosamente,
Miguel Ángel Trinidad, ex soldado combatiente en las Islas Malvinas, perteneció a la Compañía Comando del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 Gral. Belgrano con asiento en La Tablada, Provincia de Buenos Aires, fue prisionero de guerra; fue Secretario del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Capital Federal entre Octubre de 1982 hasta 1987.
Reside fuera de la Argentina desde inicio de los 90. Desde entonces trabaja en la cooperación internacional participando de misiones de mantenimiento de paz en Naciones Unidas y la OEA fungiendo como Oficial de Protección en el proceso de paz de Nicaragua y Guatemala; en misiones de Observación Electoral en Paraguay, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Bolivia, y como Jefe de Misión de la Organización Internacional para las Migraciones OIM/NNUU para Honduras y El Salvador; en el Sistema de Naciones Unidas y del PNUD de Honduras.
Representante de la OEA en Bolivia y actualmente se desempeña como Jefe de Misión de la Oficina de la Secretaría General de la OEA en la Zona de Adyacencia Belice - Guatemala (zona de disputa territorial).
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