En las últimas semanas, distintos analistas de los medios y políticos de la oposición retomaron, con más fuerza, la teoría del “relato oficial”. Según esta premisa, el gobierno intenta construir una fábula que serviría, por un lado, para atraer a la opinión pública y, por el otro, para tapar los sucesos de la realidad. El concepto se extendió con singular rapidez e invade columnas, títulos y discursos: la nueva muletilla es "el relato".
En su columna en el diario Perfil del pasado domingo, el periodista Nelson Castro escribió, sobre el discurso de la Presidenta Cristina Kirchner ante la Asamblea Legislativa que es “un relato donde se mezclan datos verdaderos con otros que no los son" para "construir una visión del presente" y que sirve para que "las cosas buenas que hace el Gobierno tengan un aire épico”.
En el mismo sentido se expresó Pepe Eliaschev, también en Perfil, quien destacó una “evidente prevalencia de la retórica en detrimento de los hechos”, a la que calificó como una “ficción dicharachera”.
El diario La Nación puso particular énfasis en la palabra relato. Tanto así que tanto sus editoriales como muchos de sus columnistas, ya sean económicos, judiciales o políticos, centraron sus análisis en esa concepto. Joaquín Morales Solá, uno de los referentes del medio, definió al discurso presidencial como “una obra cumbre del relato”. En un mismo tono, se despachó Osvaldo Pepe, de Clarín y Eduardo Van der Kooy tituló su columna: “A pesar del relato, algo no anda bien”.
Esta misma matriz de pensamiento, se repite en algunos líderes de la oposición. La diputada de la Coalición Cívica y ex titular de ese partido, Elisa Carrió, sostuvo que “no hay gobierno; lo único que hay es un relato”. En la misma línea, el Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, señaló: “Se creen su propio relato de ficción y se han alejado de la gente”. Por su parte, el titular de la UCR, dijo que la gestión de Cristina Kirchner “es igual que el modelo menemista, pero con un relato diferente”.
En la última edición de la revista Veintitrés, el filósofo Ricardo Forster, el periodista Alejandro Horowicz y el escritor y director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, opinaron sobre qué es el “relato” y cómo este concepto es utilizado por los grandes medios y la oposición.
«No hay proyecto de Nación sin un relato que le imprima a su itinerario un desde dónde y un hacia dónde. El problema no pasa por aceptar o no este mecanismo cuasi literario sino en creer que el relato todo lo puede ante una realidad que nada tiene que ver con lo que ese mismo relato señala como supuestamente verdadero. Es absurdo pretender sostener un modelo de país a través de una fábula, por más brillante que esta pueda ser, expuesta a los ojos de la opinión pública sin ningún correlato con la realidad y sin haber provocado cambios sustanciales en la sociedad», explica Forster.
«El relato puede darle espesura y sentido a una etapa histórica y habilitar los complejos y muchas veces enigmáticos mecanismos capaces de promover la empatía entre un proyecto político y amplios sectores populares pero lo que no puede hacer es inventar aquello que no existe ni darle entidad verídica a lo que sale del sombrero del mago».
Sobre los que usan esa categoría Forster opina que «creen, porque suelen vivir en el interior de una burbuja, que las mayorías populares son irreflexivas, ingenuas o simplemente masa amorfa de maniobras especulativas de saltimbanquis y aventureros de la política capaces de inventarles un relato que nada tiene que ver con sus vidas reales... Desprecio, altanería de clase y diversas formas de la injuria antipopular se cuelan por ese tipo de argumentación», dijo Forster.
Por su parte, Horowicz sostiene que «el relato forma parte de la lucha por la representación hegemónica que existe en todos los períodos históricos. Un debate no es otra cosa que un contrapunto de relatos».
En tanto, González realiza una explicación exhaustiva del término: «La expresión relato, como antes el concepto de discurso, o de texto, o de narración, proviene de la crítica literaria de los años ’60 y ’70. Son parte de lo que en los círculos académicos se conoció como “el giro lingüístico” de las ciencias humanas. Y en segundo término, del auge de las ciencias de comunicación, que a partir de los años ’80 señalaron a vastos públicos que los encuadres, montajes, tomas y ediciones crean un tipo especial de realidad, que no es la realidad especulativa, ni la realidad cotidiana, ni la realidad de la imaginación personal, sino otra realidad. Una realidad de orden tecnológico que sin embargo tiene una absoluta capacidad de reduplicación y diseminación, llamada “realidad mediática”, que por el efecto de malas teorizaciones y pobres usos políticos y periodísticos, terminó siendo llamada el ‘relato’».
«El kirchnerismo percibió la cuestión mediática con toda la fuerza que tenía en oportunidad del conflicto en torno a la resolución 125. La idea de ‘relato’ surgió en esos tiempos con el valor que hoy tiene y es difícil decir quién la lanzó primero al ruedo», afirma González.
«El nivel peyorativo en que está colocado ahora el debate argentino es asombroso. Es así que la palabra relato, usada por todos, y con la que no se puede acusar al gobierno que encubrió realidades o hizo pasar gato por liebre, pasó a ser sinónimo de engaño, mistificación o teatralidad en falsete. No hay perforaciones del relato porque en verdad esta palabra ya no tiene circulación ni sentido, triturada por las fábricas peyorativas de los laboratorios políticos argentinos».
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