Tras un kafkiano proceso de apelación, un tribunal londinense concedió la libertad condicional al fundador de Wikileaks, Julian Assange. Además de depositar una fianza de 315.000 dólares en efectivo, Assange debe respetar un toque de queda desde las 10 de la mañana hasta las 2 de la tarde y desde las 10 de la noche hasta las 2 de la mañana; presentarse en una comisaría todos los días a las 6 de la tarde; entregar su pasaporte y llevar puesto un brazalete electrónico.
Antes de recuperar su libertad, Assange había ganado la encuesta de la revista Time para elegir el personaje del año. Más sorprendente que su meteórica carrera a la fama mediática, es el respaldo personal que brinda el veterano líder cubano Fidel Castro a este oscuro personaje con un pasado tan dudoso como su presente.
A pesar de que se lo retrata como el muevo campeón de la transparencia y el enemigo público número uno de la diplomacia estadounidense, Julian Assange no ha conseguido explicar sus vínculos con una oscura constelación de entidades que financian a la organización, ni su asociación con los medios hegemónicos que son los principales responsables de la intoxicación informativa que Wikileaks dice combatir. Por el contrario, la información de los 250.000 cables refuerza las líneas editoriales tradicionales del cartel mediático conformado por The New York Times, The Guardian, Le Monde, El País y Der Spiegel.
A todo el mundo le gustaría creer que el fundador de Wikileaks es un hacker altruista y desinteresado, sin otro propósito que la libertad de información, pero es difícil sostener una visión tan optimista frente a una serie de evidencias que apuntan en sehtido contrario: el profesor canadiense Michel Chosudovsky, que dirige la ONG Global Research, indica que Wikileaks es parte de una gigantesca operación de desinformación que apunta a crear una disidencia prefabricada.
Chosudovsky se remonta a 2007 para rastrear las incongruencias entre el discurso y la conducta pasada y presente de Assange. En 2007, el ahora famoso portal solicitó apoyo y asesoramiento de Freedom House, una ONG con sede en Washington cuyo director, William H. Taft IV, fue asesor legal del Departamento de Estado durante la administración Bush y viceministro de Defensa durante la presidencia de Ronald Reagan.
En sus inicios, a principios de 2007, el portal definió sus propósitos en su sitio web: Wikileaks será una versión incensurable de Wikipedia para colocar masivamente documentos filtrados y análisis. Nuestros intereses principales son los regímenes opresivos de Asia, del antiguo bloque soviético, del África subsahariana y Oriente Medio, también espera ser de utilidad para aquellos que en Occidente desean revelar el comportamiento poco ético de sus propios gobiernos y empresas”.
Todo esto fue ratificado en una entrevista que Julian Assange concedió a la revista The New Yorker en 2010.
Al menos en sus objetivos iniciales, está claro que los intereses geopolíticos de Wikileaks coincidían con los intereses geopolíticos de los Estados Unidos. Más aún, fuentes del propio portal señalaron que el cuerpo de asesores estaba conformado por rusos expatriados, refugiados tibetanos, periodistas y analistas de inteligencia.
En WIKILEAKS y el PENTÁGONO se revela que la teoría del poder de Assange se basa en bibliografía utilizada por el Pentágono como parte de su doctrina contrainsurgente y antiterrorista, por lo que no resulta del todo extraño que la metodología de Wikileaks se asemeje bastante a la de las operaciones encubiertas de los Estados Unidos en el extranjero que en diversas oportunidades ha utilizado las filtraciones a la prensa como método de desestabilización política.
Wikileaks no es un típico movimiento alternativo. Si bien Julian Assange declara su compromiso y preocupación por la verdad en los medios de comunicación, los documentos filtrados por el portal han sido cuidadosamente editados por el cartel de medios de comunicación hegemónicos en coordinación con el gobierno de los Estados Unidos.
Esta colaboración entre Wikileaks y los 5 grandes medios de comunicación no es fortuita, sino que formó parte de un acuerdo que permite que sean ellos los que controlen y supervisen la selección, distribución y edición de los documentos doblemente filtrados a la opinión pública.
Muchos sectores progresistas consideran que Wikileaks es parte de un despertar de la opinión pública, de una batalla contra las mentiras y falsedades que aparecen a diario en los medios de comunicación impresos y en la TV.
En ese caso, cabe preguntarse, ¿cómo puede esta batalla contra la desinformación de los medios realizarse con la participación de medios como el New York Times, que mintió deliberadamente sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak?
“Wikileaks ha contratado a los arquitectos de la desinformación de los medios para combatir la desinformación de los medios: un procedimiento incongruente y contraproducente”, sentencia el canadiense Michel Chosudovsky.
Los medios corporativos de Estados Unidos y más concretamente el diario The New York Times –que históricamente ha servido a los intereses de la familia Rockefeller–, forman parte del establishment económico, con enlaces a Wall Street, los think tanks de Washington y el Consejo sobre Relaciones Exteriores (CFR). Esto explica las razones por las que el NYT ha centrado la difusión de los cables de Wikileaks en las áreas que apoyan los intereses de política exterior de Estados Unidos: el programa nuclear de Irán, Corea del Norte, Arabia Saudita y el apoyo de Pakistán a Al Qaeda, las relaciones de China con Corea del Norte.
Mientras se desarrolla esta aparente orgía de la transparencia, Wikileaks no debería ser evaluado por lo que revela, sino por lo que no revela: si uno observa lo que no se divulga cuando aparentemente todo se divulga, descubre que hay ausencias más que elocuentes.
Aparentemente, Assange acordó, con funcionarios de Israel, no publicar los documentos que pudiesen afectar a la seguridad o los intereses diplomáticos de ese país. Esto explica por qué el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmó que las revelaciones eran “buenas para Israel”.
El alemán Daniel Domscheit-Berg, un ex vocero de Assange que esta semana lanzó un portal alternativo para competir con Wikileaks, afirmó en una entrevista con la corresponsal israelí, Leah Abramowitz, que Assange se reunió con agentes de inteligencia de ese país para negociar la omisión de Israel entre los documentos filtrados y recibió dinero de éstos. Assange les aseguró a los israelíes que no se publicarían documentos comprometedores, como los de “las guerras del Líbano y Gaza”.
De acuerdo con un sitio web en árabe de periodismo de investigación, Al-haqiqa, Assange se reunió con funcionarios israelíes en Ginebra a principios de este año y llegó a un pacto secreto. El gobierno de Israel de alguna manera sabía o esperaba la publicación de una gran cantidad de documentos relativos a los ataques israelíes contra El Líbano y Gaza, en 2006 y 2008. Las fuentes del diario añadieron que estos documentos, que venían principalmente de las embajadas de Estados Unidos en Tel Aviv y Beirut, fueron eliminados y destruidos.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, admitió en una conferencia de prensa que Israel había “tomado la iniciativa” para limitar los daños causados por las filtraciones, y añadió que “ no hay ningún documento israelí que haya sido revelado por Wikileaks”. Israel no aparece por ningún lado, aunque todo lo filtrado refuerza su peculiar manera de ver el mundo.
Según Michel Chosudovsky, “Wikileaks tiene las características esenciales de una operación de disidencia fabricada”. El propósito no es reprimir la disidencia, sino, por el contrario, dar forma y moldear el movimiento de protesta, para establecer el límite exterior de la disidencia”.
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