“Los jóvenes chilenos no somos hijos de la democracia, sino de la posdictadura”, se presenta Camila Vallejo. La sola mención de su nombre lleva directo a uno de los más importantes movimientos de protesta juvenil –y más allá del límite generacional– que sacudió a Latinoamérica en el último tiempo.
Camila Vallejo ya no es la secretaria general de las Juventudes Comunistas de Chile, pero sigue siendo la voz principal de la construcción política y social, colectiva, que se generó a partir del reclamo de los universitarios chilenos por una educación pública y de calidad para todos.
Junto a quien la secundó en el cargo militante, Karol Cariola, marchará hasta la Plaza de Mayo hoy, a 36 años de que un grupo de militares tomaran el gobierno argentino por la fuerza y asesinaran a toda una generación en su nombre.
Para Camila Vallejo, la principal diferencia entre su país y la vecina Argentina es que en Chile “no existe la democracia plena”.
–¿Por qué?
–Los jóvenes de Chile somos hijos de un modelo que se nos dejó sin consultarnos, que tendió a la profundización de la desigualdad y la transformación de la sociedad en un mercado de intereses privados que mide todo en función de la rentabilidad. Ese mercado nunca nos tuvo en cuenta; ese mercado no ha garantizado ni garantiza la democracia plena, la recuperación de los espacios públicos perdidos con (el dictador Augusto) Pinochet ni la construcción de ciudadanía. Eso pusimos sobre la mesa con la lucha por una educación y de calidad para todos en Chile. Salimos a la calle en 2011, pero no de manera espontánea, sino luego de años de organización, de análisis y de trabajo de reflexión en conjunto y de elaboración de propuestas para exigir el derecho a una educación que sea entendida como herramienta fundamental para que la sociedad pueda transformarse a sí misma y avanzar hacia una democracia plena.
–¿Qué se necesita para eso?
–Es preciso que la juventud avance hacia un camino de transformaciones estructurales: cambios en el sistema político, en el económico y de modelo de desarrollo que tenemos actualmente. Una de las principales trabas es nuestra institucionalidad política. Nuestra actual Constitución política fue hecha y aprobada en dictadura. No se puede entender que lo que viva Chile hoy sea considerado una democracia, entonces. Falta que se distribuya equitativamente el poder político, el económico, el cultural e intelectual, reservado hoy en día en los grandes medios de comunicación hegemónicos y en los intereses económicos.
–En Argentina la lucha por los derechos humanos es una de las banderas de la juventud que regresó, en esta última década, a la participación política. ¿Qué pasa en Chile?
–A pesar del mecanismo de dominación y control de conciencias que se impuso desde el sistema educativo y los medios de comunicación, que siempre apuntaron a que los jóvenes no piensen y sólo se diviertan, la juventud ha logrado un buen nivel de conciencia respecto de nuestra historia, respecto de lo que pasó en Chile en épocas de Pinochet y lo entiende no como algo que quedó en el pasado, sino que se vivencia a diario. Tenemos la herencia, la consecuencia de lo que pasó a flor de piel. Que hoy estemos acá lo demuestra. También hacemos nuestra la lucha por la búsqueda de justicia y condena de los crímenes de lesa humanidad perpetrados entonces y hoy. Porque nuestro país está constantemente siendo violentado. Trabajadores, pobladores, estudiantes están siendo violentados en sus derechos. No se nos permite libertad de manifestación en los espacios públicos; se nos allana permanentemente, se nos reprime y tortura. En nuestro país, el Estado todavía lleva a cabo mecanismos propios de una dictadura militar.
–¿Considera que en Chile podrían enjuiciarse y condenarse a los genocidas?
–Hay muchos atrasos en el país; uno tiene que ver con los juicios por los crímenes de lesa humanidad cometidos. Pero, ¿y los que ocurren hoy? Hace poco menos de un año, un carabinero asesinó a un niño, Manuel Gutiérrez, un delito que está juzgando la Justicia militar. Eso no puede ser, ahí tiene que intervenir la Justicia civil. Muchas cosas no han avanzado. Mucha gente que está en el poder hoy es responsable de lo que sucedió en la dictadura. (El presidente chileno, Sebastián) Piñera fue el empresario que más se enriqueció durante la dictadura. Los dos medios de comunicación más poderosos son golpistas. Son responsables, avalaron y son cómplices de torturas y asesinatos de la dictadura y apuntan a dejar atrás la historia, dejarla en el pasado, pensar en el futuro.
–Cada 24 de marzo confluyen en Argentina militantes bajo banderas de espacios políticos y autoconvocados. ¿Qué sucede con el repudio de la sociedad chilena y el reclamo de justicia?
–Se trata de un proceso. La discusión en torno de lo que pasó en la dictadura existe. Pero debemos madurar aún. Nunca se trabajó desde el Estado en el fortalecimiento de los 11 de septiembre (ese día, en 1973, fue derrocado el gobierno socialista de Salvador Allende) como momentos de memoria. Las organizaciones defensoras de derechos humanos son muchas y recién ahora están empezando a trabajar en red. Por otro lado, mucha gente añora la dictadura. Existen sectores, aunque no son mayoritarios, muy de derecha, muy reaccionarios, y que recuerdan eso como los buenos momentos de nuestro país.
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