El 27 de septiembre de 1978 consumaron el pacto que los unió y algún día los condenará. "Videla inauguró la planta de Papel Prensa", tituló Clarín el jueves 28.
Ernestina Herrera viuda de Noble brindaba con el genocida.
La foto lleva impresa en sí misma la génesis de la impunidad. "Esto es todo un mensaje cuando hay objetivos comunes", expresó radiante Videla, junto a la dueña de Clarín. Ambos felices.
El dictador Videla habló de libertad de prensa: "Esto es un logro de la voluntad de un grupo de empresarios privados que asociados con el Estado argentino, con vocación de argentinos, se encolumnaron detrás de este objetivo, que es una realidad."
Lo que subyacía en ese "argentinos" era nada menos que el concepto de matriz antisemita de la sociedad espuria de las tres armas con los tres diarios Clarín, La Nación y La Razón.
Antes de inaugurar la planta de Papel Prensa en 1978 –cuando más de 20 mil argentinos habían sido masacrados en los centros de detención y torturas– despojaron a los auténticos herederos de la principal empresa productora de papel de diarios del país.
Desde que su marido murió en un accidente que nunca logró esclarecerse, en un vuelo de Nueva York a México, el 7 de agosto de 1976, Lidia Papaleo y los Graiver sufrieron presiones y amenazas para firmar el traspaso de las acciones. El 15 de septiembre –ocho días después de la muerte de David– la Junta empezó a investigar al grupo. Según declaró el propio Emilio Massera, los dictadores "tomaron conocimiento de los hechos relativos al caso Graiver, girando los antecedentes al Ministerio de Economía para que elabore un informe".
En el ministerio reinaba el ideólogo del despojo: José Alfredo Martínez de Hoz, enfrentado con los Graiver desde antes del golpe. "Papel Prensa debe estar controlada por empresarios argentinos, no judíos", deslizó uno de sus adláteres, Pedro Jorge Martínez Segovia, frente a sus víctimas. Era el lobbista del terror.
Mientras Videla bebía con Herrera de Noble, Lidia Papaleo padecía vejámenes y torturas en manos de Miguel Etchecolatz y Ramón Camps.
Allí, en San Pedro, el genocida brindó con champán con la propietaria del máximo holding periodístico de la Argentina, que desde entonces tejió una fortuna centrada en empresas vinculadas al poder financiero internacional, la banca y la explotación agropecuaria a gran escala. Hoy, ella y sus asociados son parte de las 24 personas jurídicas que hacen la totalidad del trigo en la Argentina.
Nada más, nada menos.
Así se hizo grande y poderoso Clarín: actuando como vocero oficial de la dictadura más sanguinaria de la historia nacional y controlando la producción y venta de papel para diarios junto con Bartolomé Mitre (h) de La Nación y Patricio Peralta Ramos de La Razón.
Esos diarios diseñaron y ejecutaron el relato oficial de los gobernantes de facto. Y sus más altos directivos, entre ellos Héctor Magnetto, lograron construir un poder en las sombras por medio de las prebendas de los aniquiladores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario