Cuando el general Juan Domingo Perón fundó el movimiento nacional y popular más importante de la posguerra en Hispanoamérica, lo hizo sobre la base de una matriz nacionalista, porque dentro de las Fuerzas Armadas había sectores que no se sometían a ser sirvientes de las oligarquías dominantes ligadas a los intereses de Inglaterra.
Advirtió como nadie la demanda de una ciclópea transformación después del golpe del Gral. Rawson de 1943, generada por una nueva clase obrera industrial en formación y sin conducción, surgida de las masas misérrimas del campo, a las que dio respuesta desde la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Claro que le llevó tiempo diseñar una estrategia política para que el país diera un giro de 180 grados. Lo primero que hizo, ya desde el gobierno y luego de que las masas obreras asumieron incondicionalmente su liderazgo luego del 17 de Octubre de 1945, fue desechar de plano los Acuerdos de Bretton Woods y La Carta de La Habana (los antecesores del FMI), advirtiendo que la regencia del mundo unipolar giraba de eje y se trasladaría prontamente al nuevo imperio norteamericano.
Cabal conocedor de lo que por entones se llamaban los dos imperialismos, Perón creó una doctrina humanista y cristiana y, al mismo tiempo, tomó distancia de los dos grandes imperios. Imaginó una política económica autocentrada, sin tutorías extranjeras y estimulando al máximo las posibilidades productivas de un país rico en materias primas y recursos naturales.
El modelo económico y social del primer peronismo logró la reconstitución de la sociedad de clases con un movimiento obrero organizado y dignificado que habría de tener luego una importante participación política en sus gobiernos; una clase media sostenida por salarios dignos y una política de fomento crediticio que le posibilitó acceder a su casa y automóvil; el surgimiento de una burguesía nacional ajena a los intereses coloniales y dispuesta a reconstruir la devastada infraestructura de servicios de la Nación, dejando a los terratenientes y a los oligarcas en minoría ante un nuevo país productivo que emergía. De la mano del legado de los generales Savio y Mosconi, y en consonancia con el nuevo rol del Ejército, esa burguesía tomó en sus manos el desarrollo de industrias básicas como el petróleo, la petroquímica y el desarrollo de la industria pesada y liviana.
Este proceso de transformación a favor de los trabajadores y los sectores medios duró hasta 1955, cuando la oligarquía derrocó en forma sangrienta el gobierno popular del General Perón, iniciando un proceso de entrega del patrimonio nacional y de avasallamiento de las conquistas logradas por los trabajadores. Durante los 18 años que duró su exilio, Perón siguió siendo el máximo líder de los trabajadores, accediendo en 1973, a su efímero tercer gobierno, en que las condiciones geoestratégicas mundiales habían cambiado sustantivamente e intentó mantener la autonomía nacional y sumarse al bloque de naciones emergentes del Tercer Mundo.
Su muerte, el 1 de julio de 1974, agudizó la confrontación interna fratricida que se había desatado al interior del peronismo, y que le abrió las puertas al golpe del 24 de Marzo de 1976, fecha que inaugura una larga era de retroceso de la Argentina como Nación, con la entrega del patrimonio nacional y el terrorismo de Estado, el ataque a las conquistas de los trabajadores y la violación de los Derechos Humanos, sociales y políticos del pueblo argentino. La dictadura finalizó pero las políticas neoliberales continuaron en democracia, a partir de 1983 y hasta 2001, a través de las políticas de ajuste y privatizaciones implementadas por los gobiernos de Alfonsín y Menem, este último con el plus de haber intentado desnaturalizar y “aggiornar” las históricas banderas nacionales y antiimperialistas del peronismo, en aras de una modernización neoliberal que pregonaba el fin de la Historia y de las ideologías.
NÉSTOR, EL CONSTRUCTOR. Desde las ruinas de la Argentina de 2001, Néstor Kirchner hizo flamear las banderas del peronismo y se convirtió en el constructor de la esperanza argentina, con un proyecto político que, fundamentalmente, permitió implementar políticas sociales inclusivas y erradicar las neoliberales de exclusión. Se pasó de lo individual a lo colectivo.
Recordemos que llegó al gobierno y encontró a más de la mitad de la población debajo de la línea de pobreza, dándole prioridad a la recuperación de la estructura productiva con políticas económicas activas. Diseñó una política de desendeudamiento externo que permitió saldar la deuda interna. Tuvo gestos claros y firmes de independencia económica con la salida del default y la negación a las exigencias de los fondos buitres internacionales.
Se enfrentó con vigor a las corporaciones cuando planteó “vivir con lo nuestro”, generando un equilibrio que permita al Estado Nacional acumular reservas con recursos genuinos provenientes de las retenciones a las exportaciones. Creó el Ministerio de Producción y resurgió la economía solidaria a través de las pymes, las cooperativas y las mutuales. En verdad, es interminable la lista de logros del Proyecto Nacional conducido por Néstor y Cristina Kirchner, defendiendo siempre los derechos del pueblo.
EL MISMO PERONISMO. Néstor y Cristina tuvieron la visión estratégica y la virtud democrática de retomar la senda del auténtico peronismo, y rápidamente se transformaron en el centro de la recomposición del campo nacional y popular. Junto a las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, se sumaron los radicales de cuño nacional, los socialistas que no adscriben al juanbejustismo eurocéntrico, la izquierda nacional de Don Jorge Abelardo Ramos y Norberto Galasso, y una pléyade de intelectuales progresistas y patriotas, incluidos viejos combatientes contra la dictadura militar, esos montoneros que emularon con su lucha la gesta de los heroicos caudillos federales que entregaron sus vidas contra la hegemonía del centralismo de Mitre y Sarmiento. Se sumaron también los movimientos sociales, que con la conducción de líderes honestos trabajan para que algún día no haya más pobres en la Patria.
A 8 años de aquella refundación de la Patria autónoma y pacífica, el kirchnerismo es el mismo peronismo en sus esencias, pero abierto al mundo –ya no unipolar–, incrementando su comercio exterior con todas las naciones del mundo sin prejuicios ideológicos insensatos, reconstruyendo la justicia social con planes y programas dirigidos a los más humildes, ejecutando importantes obras de infraestructura para integrar un país desarticulado, asistiendo y fomentando el desarrollo de las provincias más abandonadas.
Las tareas pendientes, como lo reconoció la propia presidenta, son muchas y difíciles, pero para el peronismo, este de hoy, que es el kirchnerismo, el primer desafío es lograr el aumento del empleo formal, con el beneficio de obra social, vacaciones y aguinaldo, para los millones de argentinos que siguen trabajando en negro. Y ampliar los logros de la democracia, para que la Argentina conducida por Cristina pueda ser cada día un país más justo, más democrático y con igualdad de oportunidades para todos sus habitantes.
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