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Declaración de Principios
Enero 2012
Convencidos de que estamos viviendo momentos de profunda transformación en nuestra Patria, así como en la mayor parte de nuestra América Latina y el Caribe, coincidimos en la necesidad de agruparnos en un Centro de investigación histórico-social capaz de profundizar la investigación y reinterpretar nuestro pasado, como requisito
indispensable para colaborar en la marcha hacia un futuro de justicia e igualdad para todos. No será tarea menor el estudio y señalamiento de procedimientos y mecanismos inherentes a la cultura de la dominación cuya finalidad reside en la colonización intelectual de quienes se supone deben sujetarse a los dictados de aquella.
Durante mucho tiempo ha prevalecido tanto aquí como en otras regiones de la Patria Grande, una interpretación del pasado elaborada desde la perspectiva de las clases dominantes ligadas a los intereses imperialistas. Así se nos construyeron héroes falsos con personajes que fueron represores del pueblo y entregadores de nuestros recursos y nuestra soberanía quienes, en defensa de sus privilegios, trabajaron en contra de nuestro progreso, y la justicia social. Esas minorías oligárquicas monopolizaron la información, controlaron las academias, colocaron sus apellidos en las calles y las plazas, impusieron sus falsedades en los colegios, en fin, crearon mentalidades coloniales para reasegurar nuestra condición semicolonial respecto a los imperios de turno.
Hubo sí, resistencia nacional, pero ocurrió que cuando los movimientos nacionales llegaron al poder, la revisión de la ideología colonialista no pudo lograrse en profundidad. A veces, se produjo una revisión con fuerte desviacionismo clerical que criticaba el presente pero idealizando el pasado. Ese nacionalismo de derecha fue denunciado por FORJA porque no era el canto de los padres frente a la cuna del hijo mirando al futuro, sino el rezo del hijo frente a la tumba del padre añorando el ayer. Otras veces, se nos trampeó planteando la discusión acerca de un solo personaje histórico, ya fuese para exaltarlo o para denigrarlo, en la vieja interpretación de Carlyle de que la Historia la hacen los grandes hombres y no los vastos y heterogéneos grupos humanos que componen las denigradas masas populares. O se redujeron los cambios a rectificar dos o tres sucesos importantes aislados, en el camino de la historia fragmentada que enseña minuciosamente los caracteres del árbol a condición de hurtarnos la visión general del boque. Así, discutimos últimamente acerca de una estatua en base a uno o dos sucesos, sin analizar profundamente las condiciones socio-políticos que condujeron a esos hechos, ni tampoco los ocurridos posteriormente que permitirían echar una luz más clara y correcta sobre el suceso analizado.
Nosotros creemos que ya es hora de afirmar contundentemente que nuestra historia tiene un protagonista fundamental que está constituido por nuestras masas populares, cuya lucha contra las minorías esclavizadoras, represoras y entreguistas vinculadas a poderes extranacionales, son las que han permitido el progreso histórico de nuestros países. Y que esa lucha debe ser vista en su continuidad, entendiendo como las masas populares, a través de distintos movimientos y hombres que han sabido representarlas, son las que han dado los mejores días a nuestras patrias chicas y a nuestra Patria Grande.
Ese protagonismo popular vive desde los pueblos originarios contra los conquistadores, desde los “chisperos” de la plaza de Mayo en 1810 contra la burocracia virreinal, desde las comunidades del Alto Perú contra la opresión y después, en las republiquetas contra el absolutismo, en la misma línea de los gauchos del noroeste y del artiguismo en la Banda Oriental. También en la lucha de indios, negros y mestizos que integraron el ejército libertador latinoamericano que llegó hasta el Perú tras el objetivo de la Patria Grande libre y unida. Igualmente, en la lucha de las montoneras, especialmente las del interior - desocupados en armas a causa de la libre importación de las mercaderías inglesas impulsada por la burguesía comercial porteña- y que exigían asimismo su participación en las rentas aduaneras del puerto de Buenos Aires, como también de aquellos hombres del autonomismo nacional del interior que pelearon en el 1880 para evitar el secesionismo bonaerense que pretendía constituirse en otro país con su puerto y su aduana desprendiéndose de lo que llamaban despectivamente “los catorce ranchos”.
Fueron después las denigradas chusmas yrigoyenistas que se levantaron una y otra vez para conquistar el sufragio libre y cercenar los privilegios del régimen “falaz y descreído” de la oligarquía conservadora y lo fueron también los calificados como “cabecitas negras” que se adueñaron de la Plaza histórica el 17 de octubre de 1945, para rescatar a quien había defendido sus derechos desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, para dar paso a una experiencia nacional de nacionalizaciones, planificación y deuda externa cero.
Lo fueron también en la resistencia y los estallidos sociales desde el Cordobazo en adelante y a través de la juventud, en su mayor parte, de la clase media, que sostuvo, más allá de lo discutible de sus tácticas, la propuesta de “la liberación nacional en el camino del socialismo nacional” contra la dictadura entregada a los yanquis, como también lo expresaron las heroicas Madres de Plaza de Mayo erguidas con coraje frente a la dictadura genocida.
Al mismo tiempo, obreros, campesinos, pueblos originarios y sacerdotes populares, así como también soldados nacionales y pequeña burguesías revolucionarias le daban a América Latina y al Caribe el rostro moreno y la bandera de la liberación en alto, destruyendo el ALCA y construyendo el UNASUR que está en nuestras raíces históricas más profundas.
Convencidos de ese protagonismo popular, comprometidos con el mayor rigor científico en la investigación –que no es sólo estadística, curva y cálculo matemático sino también tradición oral y emoción popular– y entendiendo que debemos recurrir a una figura popular e indiscutiblemente latinoamericana para designar a nuestro Centro hemos optado por quien levantó la bandera de la Unión Americana y se irguió heroicamente contra el mitrismo oligárquico: Felipe Varela.
Por estas razones nace así, hoy, el Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales Felipe Varela. A todos aquellos interesados en una revisión profunda, científica, que rechace todo oportunismo, toda ambigüedad, toda concesión a los grandes poderes mediáticos y a las academias, los convocamos a colaborar con nosotros, abriendo espacios para el intercambio con investigadores del interior (carácter federal) y con otros centros de estudios latinoamericanos, así como también realizar cursos, mesas redondas, ciclos de capacitación y difundir publicaciones.
Para quienes estén interesados les comunicamos que hemos formado una Junta Provisoria que se indica al final de esta declaración, que estamos abocados a la reglamentación interna y a la obtención de personería jurídica y que provisoriamente funcionamos en el local de la Corriente Enrique Santos Discépolo, Pasaje Rivarola 154, de esta capital, correo electrónico: estudioshistoricos.felipevarela@gmail.com
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La necesidad de revisar la historia
La creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego” continúa promoviendo polémicas que provocan gran confusión, no sólo en el lector común sino incluso en la militancia del campo popular. Justamente en estos momentos de profundos cambios, cuando necesitamos mayor claridad y transparencia, nos encontramos con declaraciones contradictorias, posiciones vagas, calificativos insólitos, etcétera. Y esto debe aclararse porque, en el fondo, no estamos discutiendo cuestiones historiográficas sino políticas ya que, como sabemos, “la historia es la política pasada y la política es la historia presente”.
Tanto personalmente como al mismo tiempo en mi carácter de integrante de la Corriente Política Enrique Santos Discépolo, considero que la “Historia Social” no impugna a la vieja Historia Oficial –cuyos “héroes” predominan aún en los institutos de enseñanza, las estatuas, los nombres de las plazas, etc.– sino, como reconoce Halperin Donghi, “trata de ilustrar y enriquecer, pero no poner en crisis, con sus aportes, a la línea tradicional”, pues “el país debe enriquecer, pero también reivindicar la tradición política-ideológica legada por el siglo XIX”, es decir, el liberalismo conservador sustentado por el mitrismo. Asimismo, después de largos años de rendir culto al supuesto “rigor científico”, el mismo profesor ha confesado últimamente que no hay historia neutra al referirse a su obra: “Lo que no hice, y eso evidentemente, es muy objetable, pero es inevitable, es justificar la selección. Mi selección está hecha con mi criterio, es decir, lo que me parece importante. Ahora tengo una especie de adversario, el historiador nacionalista Norberto Galasso, que explica que para hacer historia hay una etapa en que se junta todo y otra en la que, desde una perspectiva militante, se explica la versión que a uno le gusta. Es una manera un poco tosca de decir lo que todos hacemos”. Y agrega: “Cuando hago una reconstrucción histórica de alguna manera, lo que es un poco desleal, es que eso lo tengo adentro, pero no lo muestro” (La Nación, 13/9/2008). Después de explicarle que no soy nacionalista sino que adhiero a la Izquierda Nacional, le contesté que celebraba su confesión porque, hasta ahora, “ellos, los historiadores profesionales”, eran “científicos” y nosotros, “curanderos”, y de allí en adelante resulta que inevitablemente todos somos “curanderos”, es decir tendenciosos (también le agregué que su referencia a mi estilo “tosco” se entiende porque en la militancia sólo se puede ser “tosco”, y si Agustín, mejor). Pero La Nación, rindiendo culto a “su” libertad de prensa, no publicó mi respuesta.
Dejo, pues, en claro que apoyamos la preocupación del gobierno por recuperar la conciencia nacional, por superar la interpretación liberal–conservadora de la Historia Oficial y la saludamos como una nueva expresión de la política que se viene realizando en distintos ámbitos, como el científico tecnológico, la unión latinoamericana, etcétera.
Esta aclaración resulta necesaria pues amigos y compañeros me han preguntado últimamente cuál es la razón por la cual no nos incorporamos al Instituto de Revisionismo Histórico “Manuel Dorrego”, atacado por los llamados “historiadores profesionales”, académicos y grandes grupos mediáticos. La causa reside en que desde el Centro Cultural Discépolo venimos trabajando desde hace muchos años en defensa de “La Otra Historia” (sobre la cual publicamos 30 cuadernillos allá por 1997 y 10 DVDs, últimamente, en coproducción con el Incaa) y hemos venido sosteniendo charlas-debate, polémicas y ciclos (como en el ND Ateneo, con 600 concurrentes) y que últimamente ha llevado a nuestro grupo a hacer capacitación en la Cancillería por invitación de ese excelente historiador que es Carlos Piñeiro Iñíguez, en agrupaciones militantes del campo nacional, en organizaciones sindicales, congresos docentes, etcétera. Asimismo hemos publicado cuatro tomos titulados Los Malditos, a partir de 2005, gracias al apoyo de Hebe Bonafini, en su editorial de Madres de Plaza de Mayo (y probablemente pronto lancemos un quinto tomo), donde recuperamos aproximadamente 500 argentinos silenciados por la clase dominante. El mismo grupo lleva ya tres años dando seminarios de Historia Argentina en el ámbito universitario y ha publicado, por encargo del director de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, profesor Mario Oporto, El Cronista del Bicentenario, que va por el número 6, destinado a las escuelas bonaerenses. De toda esta labor surgió, desde hace ya mucho tiempo, el proyecto de constituirnos en Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”, en una línea de interpretación histórica que calificamos de federal-provinciana, latinoamericana o socialista nacional. Este Centro de Estudios se fue demorando, pero últimamente avanzamos en su concreción y se lanzará el próximo viernes 16 de diciembre (2011), en Rivarola 154, a las 19.30.
Resulta obvio que después de trabajar en equipo durante más de una década, carecía de sentido disolvernos para incorporarnos al nuevo Instituto, en el cual se advierte un espectro de posiciones muy amplio. Con él no tenemos problemas en trabajar conjuntamente, aun cuando algunos de sus miembros colaboren en La Nación y Clarín, lo cual no resulta de nuestro agrado, pero en la tolerancia propia de la vida democrática no impediría acciones en común, siempre y cuando quede en claro que el propósito no es conciliar con la historia mitrista, ni con la Historia Social, sino polemizar profundamente, con las ventanas abiertas para que ingresen los vientos populares, pues tanto la historia como la política no sólo se hacen con documentos y declaraciones sino con la vida misma a través de la militancia (nosotros salimos tres o cuatro veces por semana a dar charlas en el conurbano, donde estimamos hay más receptividad para nuestras ideas que, sin ánimo de molestar a nadie, en una universidad privada de ciencias o en las academias. Sólo de ese modo, llegando al pueblo, la historia cumple la función, como la poesía, de “ser un arma cargada de futuro”).
Por esta razón preferimos continuar trabajando con el mismo criterio con que lo venimos haciendo desde el “Felipe Varela”, que funcionará como una colateral de la Corriente Política Enrique Discépolo, cuyo apoyo al gobierno nacional –desde una perspectiva independiente– es público a través de nuestro mensuario Señales Populares.
De modo tal, resumiendo, que los campos están claramente delimitados. El mitrismo y sus descendientes, la Historia Social, los autodenominados “historiadores profesionales”, entre los cuales hay algunos valiosos, pero que en general no se caracterizan por importantes investigaciones, están en la vereda de enfrente a la nuestra. El nuevo Instituto Dorrego, en la medida en que integra la Secretaría de Cultura de un gobierno nacional y popular como el que preside Cristina Fernández de Kirchner, se colocará, a través de sus publicaciones y actos, en la misma vereda nuestra, aunque en muchas cuestiones tendremos interpretaciones no coincidentes (por ejemplo: Moreno-Saavedra; Rosas-el Chacho y Felipe Varela, etcétera).
Si no fuera porque algunos son temerosos todavía de recurrir a ciertas figuras peligrosas diríamos que lo deseable y esperable es que ambos institutos “golpeemos juntos, pero marchando separados” para poner fin a las fábulas que todavía hoy confunden a los estudiantes, ya sea las provenientes del nacionalismo clerical, del pretendido neutralismo científico o de la “izquierda abstracta”. Ello ayudaría seguramente a la profundización del modelo en los próximos años.
Norberto Galasso
10/12/2011
10/12/2011
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Acerca del homenaje a Felipe Varela
El Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela” celebra el reciente homenaje al caudillo latinoamericano Felipe Varela, así como la oficialización de su ascenso a general y felicita a la Presidenta de la Nación Dra. Cristina Fernández de Kirchner por tal acto justiciero, precisamente en momentos en que la Patria Grande redobla esfuerzos para su reunificación. Avanzamos así en el proyecto de San Martín y Bolívar y en esa lucha que, según ella misma ha expuesto en su discurso, Varela, como ahora nosotros, nos oponemos “al centralismo porteño”, bregamos por “la unidad latinoamericana” y nos definimos contra “el mitrismo por la guerra genocida de la Triple Alianza que masacró al pueblo paraguayo”.
Sin embargo, como esta reivindicación ha sido acompañada, en el diario Página/12, del 5 de junio de 2012, por un artículo del presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico “Manuel Dorrego” (ver General Felipe Varela, jefe popular y americanista, por Pacho O’Donnell) en el cual queda tergiversada la lucha del ahora General Varela, creemos necesario señalar ese error pues no se puede combatir las falsedades de la Historia Oficial mitrista y de la Historia Social ‘halperindonguista’ incurriendo en omisiones que restan valor y seriedad a la mencionada reivindicación.
En dicho artículo se afirma que el 10 de diciembre de 1866 –pequeño error: fue el día 6- Varela lanzó una proclama a toda la república: “¡Argentinos! El pabellón de Mayo, que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho y que en la desgraciada jornada de Pavón, cayó fatalmente en las manos ineptas y febrinas de Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí, Curuzú y Curupaytí (...). Nuestro programa es la práctica de la Constitución, la paz y la amistad con el Paraguay y la unión con las demás repúblicas americanas”.
En esta trascripción se omite –al igual que lo hizo el Dr. José María Rosa en La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas- la primera parte de la proclama en la cual se define claramente el antirrosismo de Felipe Varela, quien al igual que el “El Chacho” Peñaloza –que se insurreccionó tres veces contra Rosas- consideraba que Rosas era también expresión del centralismo porteño.
Con el propósito de que las viejas “confusiones” no se reemplacen con “nuevas confusiones”, transcribimos la parte inicial de la proclama, omitida según señalamos: “¡Argentinos! El hermoso y brillante pabellón que San Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en cien combates, haciendo tremolar con toda gloria en las tres más grandes epopeyas que nuestra patria atravesó incólume, ha sido vilmente enlodado por el general Mitre, gobernador de Buenos Aires. La más bella y perfecta Carta Constitucional democrática, republicana, federal, que los valientes entrerrianos dieron a costa de su sangre preciosa, venciendo en Caseros al centralismo odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha sido violada y mutilada desde el año sesenta y uno y hasta hoy, por Mitre y su círculo de esbirros”.
Luego continúa, el texto original (sin repetir la palabra Argentinos): “El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre -orgullosa autonomía política del partido rebelde- ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí. Cuiruzú y Curupayti”. (Esta última parte es la que transcribe en dicho artículo, pero se omite la primera donde queda claro el antirrosismo de Varela.
Dado que después del llamamiento a ¡Argentinos!, no se han puesto puntos suspensivos, el lector queda sin informarse de estas líneas de definición federal-provinciana o federal-latinoamericana.
Puede ser un olvido -aunque “olvidarse también es tener memoria” como decía José Hernández- pero es preciso aclararlo porque esta Argentina de hoy, de cabeza enorme –el litoral, con el puerto como centro- y cuerpo raquítico -todo el interior-, sólo se entiende por el triunfo del centralismo porteño –Rivadavia, Rosas, Mitre- sobre los caudillos federales del interior. Y esto es historia pero también es política, como ocurre siempre.
Por esta razón, juzgamos necesario, ya que se reivindica a Varela, hacerlo tal cual era, heredero de Facundo, del “Chacho” y abanderado de la Unión Americana contrario a la política de las burguesías de los puertos que, en connubio con las fuerzas imperialistas, despedazaron a esa Patria Grande de la Unión Americana que hoy se encuentra en franco camino de recuperar su libertad y su unidad.
Norberto Galasso
Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”
Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”
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