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Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza.

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Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza.

14/12/09

Una derrota impensada, de alcances ya no impredecibles



“Quienes por una comisión más en el parlamento, tiraron por la borda una historia de lucha que los supo distinguir, deberán trajinar mucho si quieren recuperar la dignidad perdida en un abrazo letal con los eternos adversarios del pueblo argentino”.

JORGE GILES


“Hagamos una trinchera alrededor de Cristina”
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LEONARDO FAVIO


En las líneas siguientes continúa el análisis desplegado en la primer parte del presente trabajo; en este caso desgranado algunas ideas y propuestas (necesariamente con un alcance limitado) para revertir la relativa derrota sufrida en las el 28 de junio del corriente año 2009. Por otra parte, analizamos también algunas características del extraño segundo semestre de 2009.

La primera sección del presente trabajo- con el desarrollo de las causas del referido revés- puede consultarse para aquellos lectores que la desconozcan desde: http://www.redaccionpopular.com/

por Raúl Ismán





Al finalizar estas líneas, se desgranan algunas ideas para interpretar la complejidad de la situación nacional actual. La batalla política que es preciso desplegar —y que el gobierno ya está conduciendo, lo demuestra la aprobación post revés en los sufragios de la ley de medios y otras medidas progresistas— implica como transfondo necesario librar un constante debate cultural de resonancias y contenidos estratégicos para el futuro de nuestro país y el bienestar popular.

Ya le hemos demostrado a la (desunida y sólo unificada por la tirria a lo nacional y popular) oposición que supimos conseguir algo que ni siquiera imaginaban: que ni aún perdiendo nosotros las elecciones, lograrían dejarnos en la situación de quedar a la zaga de sus iniciativas neocoloniales.

Por otra parte, también les dejamos claro que no podrán diseñar nuestros contenidos programáticos ni las medidas gubernamentales. Como había declarado De Narváez: esperaban luego de los comicios un cambio de gabinete que dejase a Cristina en el sitio de bella figura decorativa.

Para su sorpresa, velamos la derrota con capacidad de iniciativa que a ellos les falta por completo; salvo para parapetarse detrás del poder económico, al que sirven de modo tan obsecuente como infatigable. Pero no existen dudas que sin desplegar todas las posibilidades del combate referido, cualquier triunfo se convertirá en tímido y balbuceante y cualquier derrota resultará enormemente agigantada. Y semejante lucha cultural excede por completo las posibilidades de la dupla Kristina-Néstor; que sólo ejercen el liderazgo político del proyecto nacional.


Una somera agenda para poder afrontar la batalla cultural

No es que se aproxime una pelea por lograr el sentido (y por ende, la conciencia) de las masas populares: la cuestión es más urgente ya que tal enfrentamiento llegó hace mucho, llegamos tarde a la comprensión de su importancia y por ende vamos perdiéndola por goleada.

A continuación realizaremos un listado provisional, tentativo e incompleto de contenidos imprescindibles que no deben faltar en la ardua batalla cultural que la militancia revolucionaria, progresista, nacional y popular tiene por delante. Se trata de una cuestión más que decisiva, dado que darle sentido (valor) a las palabras resulta fundamental y es consustancial para el proyecto nacional; ya que el vaciamiento del lenguaje hace propicio verdaderos campeonatos intergalácticos de petrofacialidad como los que se hicieron acreedores Maurizio Macri (a mediados de septiembre del 2009) y Elisa Carrió (en un no tan lejano 2006) al acusarnos de nazi-fascismo.

La temeraria acusación —vomitada por el jefe de gobierno porteño; experto en sumar represores a su elenco y en espiar ilegalmente a la población civil— consistente en que el gobierno nacional es el más fascista en muchos años remite a dos comentarios: uno serio, el segundo jocoso. El más serio no puede menos que aludir a la grotesca impunidad conferida por los movileros televisivos; ya que nadie le pidió mínimamente fundamentos de tan estrambótica categorización. Se trata de la conocida impunidad que los periodistas “independientes” le confieren a los esperpentos que juegan siempre en la banda derecha del campo. Nadie hablo de la U.C.E.P. del gobierno porteño; mucho más cercana a una patota fascista de tiempos mussolinianos que a un grupo de cultores del new age o de “apolíticos” floggers. El segundo, ya ficticio, alude al hecho que si debiera dar cuenta de semejantes dichos Maurizio naufragaría frente a su más que franciscana pobreza discursiva. Es que su asesor estrella, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, no se halla siempre a su lado para guionar sus paupérrimos parlamentos. Sólo desde la impunidad generada por la complicidad massmediática y vaciando por completo el sentido del discurso pueden afirmarse sandeces de tanta imbecilidad; proferidas además por connotados procesistas y defensores de golpistas pasados y presentes.

Parafraseando a al filósofo alemán Frederick Nietzsche, podemos decir que el primer acto de la clase dominante al constituirse como tal es ponerle nombre a las cosas y situaciones. Reafirma de tal (lingüístico) modo su “voluntad de poder” estatuyendo los discursos que hacen posible la comprensión de la compleja trama de lo social. Tal es el origen de la centralidad que asumen los massmedia en toda nuestra América, en general. En nuestra sociedad, en particular. Y de la lucha por la ley de medios en concreto. El poder real (económico) se apoderó de los medios de comunicación en la prehistoria de tales medios; y por razones explicables, resistirá con toda la saña de la que es capaz cualquier intento de democratizar la palabra y la información. Con más razón aún se opondrán a ceder un ápice en la propiedad de los medios de producción para los vitales mensajes mediáticos. Piénsese -a modo de ejemplo- la facilidad con que contó la derecha para invisibilizar (en el barrio se dice ningunear) detrás de la voz “campo” a los auténticos campesinos, a los trabajadores rurales en negro y a los niños utilizados como señaladores durante las tóxicas fumigaciones sojeras.

No puede omitirse, en el presente y necesariamente incompleto listado, lo que sin dudas resulta una necesidad primordial: colocar siempre en el centro del debate los contenidos decisivos del proyecto nacional. Una somera enunciación indica que no pueden estar ausentes los siguientes: tópicos

a) Industrialización orientada hacia el crecimiento del mercado interno (incluyendo defensa prioritaria del empleo).

b) Reafirmación del patrimonio nacional y de la identidad y la cultura popular.

c) Carácter principista de la democracia y de la participación de masas.

d) Centralidad de un Estado interventor. Sin él, el pueblo se halla impotente frente a los designios del mercado, un oculto poder sin rostro.

e) Destinó común con los otros pueblos latinoamericanos que luchan contra el imperialismo.

f) Prioridad para la producción propia de contenidos culturales contra los enlatados provenientes del imperio.

g) Defensa de las miradas centradas en las construcciones colectivas; rechazando de plano la visión individualista que -además de falsa- es marcadamente liberal.

h) Reafirmación prioritaria e incondicional de los derechos humanos como conquista general de la civilización; en general. Y del pueblo argentino en particular. La campaña de la derecha acerca de la inseguridad (como si pudiera haber algún Estado en el orbe que le garantizase a sus ciudadanos que con seguridad ningún delincuente los molestaría) tiene por finalidad instalar miradas autoritarias e invisibilizar el nudo ético de los derechos humanos.

Los mencionados son algunos de los ejes para derrotar la vigencia de la derecha neoliberal; que huye de estas necesarias polémicas derivando la discusión a cuestiones formales, banalidades menores, tonterías cosméticas o cuestiones psicológicas; ya que un debate a fondo con estos ejes imprescindibles desnudaría a fondo su servilismo o vínculos orgánicos con la reacción antipopular y sus mandantes: nada menos que el imperio del mal.

i) Por otra parte, una cuestión a nuestro entender decisiva es la necesidad de derrotar la vigencia del discurso anti-corrupción. La importancia de la referida temática resalta por sus implicancias tanto teóricas como prácticas; tal como veremos más adelante. Lo hemos afirmado en infinidad de oportunidades: la finalidad esencial y decisiva de las constantes denuncias hacia la corrupción de los dirigentes políticos es invisibilizar a los causantes del sufrimiento popular. Se trata de los auténticos dueños del verdadero poder: el económico.

Es decir, lo que realmente desean los periodistas derechosos, las luminarias televisivas, los distintos dirigentes políticos que sirven a la reacción, los pequeño burgueses petulantes y suficientes que pontifican desde los bares, los publicistas cómplices de la subordinación neocolonial no es que no se robe; si no que el pueblo percibiese a “los políticos” (como si todos ellos fueran iguales) como exclusivos causantes del sufrimiento padecido por los sujetos subalternos. No se trata de negar la existencia de maniobras delictivas. Pero si ellas fueran las verdaderas causantes de miseria de las masas bastaría una simple gestión honesta para transformar la realidad. Lo cual no es cierto; ya que ningún gobierno probo modifica por imperio de su decencia las coordenadas centrales de una economía dependiente con relación al imperio y una sociedad injusta, por su propia ontología constitutiva; como es el capitalismo, en general y la versión neoliberal en particular.

Y con una consecuencia política central para obturar todo proyecto de transformación: demasiadas personas perciben que desde la política no puede transformarse nada. Y si no se puede cambiar la sociedad desde la política lo único que resta es observar la realidad desde una mirada conservadora y resignada; objetivo central de las derechas al difundir e instalar los discursos que hemos glosado sintéticamente.

Por otra parte, desde el punto de vista teórico se verifica una cuestión de enorme importancia: la reducción de la ciudadanía (condición elevada desde el punto de vista ético y político, si las hay) a la mera situación de simple y vulgar soplón para la justicia penal. En efecto, resulta patético comprobar el modo en que se enredan muchas personas al debatir por quién votarían: la única cuestión acerca de la cual polemizan es si tal o cual candidato, robó, roba o robará. Hasta da la impresión que el delito de genocidio es de importancia mucho menor que lo que le correspondería a la sección de Robos y Hurtos. Y lo peor de todo es como no reflexionamos acerca de cómo saldan dichas personas los referidos debates: sufragando por quienes bailan el reggaeton, imitan a su imitador televisivo y cuestiones similares, que además son conocidos enemigos del pueblo, por cierto.

Por lo tanto, un objetivo estratégico de la militancia en ese punto reside en resignificar la política como arma insustituible de compromiso y cambio social. Para ello es preciso dejar el monopolio del discurso anticorrupción —que degrada a los ciudadanos a la condición de alcahuetes o jueces penales— para la derecha, sus verdaderos dueños y abocarse a sumar fracciones significativas de nuestro pueblo en un frente que sea sustento para la política del proyecto nacional.

j) Concomitantemente, con lo señalado recién es preciso desentrañar la dimensión política del discurso conformista desarrollado por vía del sentido común. En la vida cotidiana, existe una verdadera compulsión por demostrar un estado de bienestar en aguda contradicción con la realidad ostensible. El máximo ejemplo de lo que afirmamos es el giro lingüístico “todo bien”.

Si realmente todo estuviera tan bien, no sería necesario cambiar absolutamente nada. Y por el contrario, son muchas las condiciones de vida que merecen y deben modificarse, tanto en lo social, como en lo cultural y aún en lo individual. Complementariamente, se impone el discurso consistente en la imposibilidad de esperar cualquier mejoría (lo cual fortalece la vigencia de contenidos conservadores) y ni siquiera un apoyo solidario: “total, no es posible cambiar nada y nadie se preocupa por vos”.

Al obturar toda visión realmente crítica se impone la mirada derechista sobre la realidad. Piénsese en cuantas oportunidades los propios militantes no utilizan los citados tópicos. Por otra parte, se llega a negar la propia condición humana para los sujetos subalternos. En efecto, lo propio de la condición human es la capacidad de desear. Y si se les niega a marginados, oprimidos y explotados hasta la posibilidad de anhelar una mejoría, se los deshumaniza. Algo en lo cual no caen los sujetos partícipes del poder; ya que a pesar de contar con una situación privilegiada, ni aún así quedan conformes y siempre van por más.

Lo cierto es que el consenso con el que cuentan las fuerzas conservadoras se construye molecular y cotidianamente
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Es que no hay dudas que la imposición de las frases señaladas no es inocente. Se trata de presentar los contenidos conceptuales que hacen a la vigencia de las derechas como si fuera un sentido natural (propio de “los países y las personas sensatas”) y único aparataje conceptual para comprender la realidad. De tal modo, afirman sus postulados al mismo tiempo que nos invisibilizan en la percepción colectiva, al tiempo que nos niegan la identidad y la propia existencia (digna).

Luego de la derrota del 28 de junio, el Proyecto Nacional siguió su marcha adelante con medidas que sorprendieron a la oposición neocolonial; hasta que esta reaccionó a comienzos de diciembre del 2009, como veremos brevemente a continuación.


Proyecto Sur: Más Pro que yecto

A menudo puede observarse que los criterios utilizados por la reacción política y sus corifeos por izquierda (la “soberbia”, por ejemplo) son más dúctiles para un simposio de psicólogos, que para posicionarse en cuestiones tanto tácticas como estratégicas correspondientes a la arena pública.

Las fuerzas políticas argentinas, por el contrario, deben contextualizar su accionar en el marco de la conflictividad que sacude a Latinoamérica y luego referirse a cómo continúan y se verifican tales conflictos en el marco de nuestro particular escenario político nacional; con el agregado de las contradicciones específicas propias de cada país.

Otro aspecto que merece colocarse en el centro de los debates es la tendencia existente en diversos espacios consistente en colocar el programa de máxima como recurso discursivo para defenestrar un proyecto cualquiera que no se ajuste a semejante prisma; pero que pudiera significar una mejoría indudable para los sectores populares.

En tal posición incurren tanto las inefables fuerzas de izquierda troskosaúricas; como las huestes seguidoras de Pino Solanas, pasando por el fundamentalismo progresista que caracteriza a segmentos de las clases medias. En estos últimos destacamentos se refieren incansablemente naderías del tipo: “nosotros no vamos con el P.J”, como si los aliados (que acompañan muy a menudo sólo circunstancialmente) fueran el único modo de calificar un determinado proyecto. Y no fuera necesario analizar también sus realizaciones y proyectos tangibles que benefician -como decíamos previamente- al pueblo. Parece ser que su única propuesta de máxima fuera vehiculizar su gorilismo contumaz; sin dudas originado en sus raíces sociales pequeño burguesas. Como si las claudicaciones del progresismo, por otra parte, frente al neoliberalismo no hayan sido importantes y continúen realizándose de modo harto significativas.

En lo internacional, la realidad nos muestra de modo incuestionable que el enfrentamiento es entre los pueblos que luchan por su autonomía, su dignidad, sus recursos y la democracia (sea o no el socialismo el destino final de semejante lucha) contra el imperio y sus corifeos de diverso color, pelaje y graduación zoológica. La piedra de toque entonces, diría Lenín, es no hacerle el juego al imperialismo ni a sus esbirros internos. De nada sirve llenarse la boca con loas a Evo o al comandante Chávez si luego se favorece el plano nacional a quienes sin duda alinearían al país en la senda Pro-imperialista.

Por otra parte, en la Argentina el conflicto fundamental se viene desarrollando muy agudamente desde el año 2008. Por un lado, el gobierno nacional que —con límites, inconsecuencias y defecciones, pero también con encomiable voluntad política— viene impulsando un proyecto progresista, de reformas sociales, con ampliación de la autonomía nacional y desarrollo de la capacidad interventora del Estado.

Pese a que nos ha deparado este 2009 aciago (por las derrotas), también nos confirió la suprema alegría de haber aprobado una legislación de avanzada; vista con características de ejemplareidad en todo el mundo progresista: la Ley de Servicios Audiovisuales.

Y enfrentando al F.P.V. se halla lo peor del poder en la Argentina. En nuestra opinión, semejante lucha es un prolongadísimo golpe de Estado que realiza el poder económico contra el pueblo personificado para la reacción en el matrimonio presidencial. De modo que al hablar de los enemigos del proyecto nacional no nos referimos exclusivamente a los representantes políticos, si no al auténtico sujeto de la dominación: las grandes empresas, las corporaciones oligárquicas campestres, los grandes medios y su despiadada capacidad de fuego, que no descansa jamás.

También se anotan con su antikirchnerismo rabioso todos los nostálgicos de la dictadura. Que por cierto ni siquiera agradecerán a Fernando Solanas por los importantes servicios prestados (que analizaremos más adelante). Se puede no ser simpatizante del gobierno; pero en este enfrentamiento la opción no deja lugar a dudas. Es factible construir política por fuera del P.J. y el F.P.V, pero si en ocasión de semejante choque se favorece a la variante más derechista estamos sin dudas frente a dos posibilidades: o bien se es un cómplice de la reacción o un tonto (en el barrio lo llaman perfecto pelotudo).

El gobierno sufrió dos derrotas parlamentarias dolorosas y serias. En ambas tuvo una función rutilante Fernando “Pino” Solanas, Y por cierto que en ambas se benefició la oligarquía. Cuando se definió la resolución 125, el lugarteniente del director cinematográfico Claudio Lozano operó incansablemente para lograr los dos votos de los Senadores Fueguinos; decisivos para el empate resuelto contra el interés popular por el Judas mendocino.

Inmediatamente de producida la derrota electoral del 28 de junio, la Presidente llamó a Solanas para construir una coalición de hecho. La respuesta del veleidoso cineasta fue pedir cabezas en el gabinete, en sintonía con La Nación y Clarín. Si bien acompañó las medidas importantes como la Ley de Medios, como se dice en el campo, guardaba el cuchillo bajo el poncho. Durante la semana previa a la votación que el 3 de diciembre dejó en delicada posición parlamentaria al gobierno nacional. Solanas se mostró como impulsor del acuerdo entre la centroizquierda y la derecha (sin centro) neoliberal y peronista que se impuso. Luego declaró que a partir de la nueva conformación parlamentaria "se acabó eso de que el oficialismo quería llevarse puesto a todos", e insistió en que culminó la etapa de "la máquina levantamanos" que imponía el kirchnerismo.

Veamos quienes coinciden con el director de cine para “descubrir” quienes ganaron. La Nación, el diario de la reacción más tradicional, predica slogans similares desde el 2003 y no podía ocultar su inmensa satisfacción. ¿La oligarquía se habrá convertido en nacional y popular?,

Por otra parte, las declaraciones de Solanas resultan en todo coincidentes con similares de Carrió, Macri, Solá, y la diputada Graciela Caamaño de Barrionuevo, quién se manifestó a favor de que Kirchner cumpliera su palabra. Parece no haberse dado cuenta la legisladora de marras que el apellido de su conyugue no evoca precisamente a un filósofo que haya hecho de la ética un modo consecuente de vida. Ella misma ocupa su banca por el F.P.V, del cual defeccionó. ¿Presentarse frente al electorado por una fuerza y abandonarla en el parlamento es el modo que tiene Caamaño de Barrionuevo de honrar la palabra empeñada?

En síntesis, digamos, para concluir estas líneas, dedicadas a quien realmente se impuso que el gran ganador fue el conjunto de la reacción, que festejó de modo estentóreo el traspié de Kirchner y el proyecto nacional. Y la causa real es que no sólo no le perdonan sus aciertos; si no que lo que fundamentalmente no soportan es que —ni aún vencido en las urnas— pudieran imponerle a él y a la Presidente su programa reaccionario.

La derecha quiere políticos dóciles, como Alfonsín, De La Rúa o Menem. Es probable que luego del 3 de diciembre se agudice la demolición final de la figura del patagónico. Pero si es así, quedará en la historia como un dirigente que no cedió al chantaje salvaje y golpista de la reacción. Y Solanas como el megalómano que hablaba (hipócritamente) de defender los recursos naturales al tiempo que fortalecía a la peor derecha. La experiencia de la Argentina y nuestra América demuestra hasta el hartazgo que los neoliberales son buenos aliados para depredar nuestro patrimonio; pero jamás para defenderlo o aplicar medidas tendientes a beneficiar al pueblo. No importa si el tiempo biológico de Solanas le hará pagar sus culpas de cara al pueblo. Su imagen provocadora —como si fuera la star de uno de sus largometrajes— dirigiéndose a la barra del F.P.V. lo condena como persona que se alía con la peor derecha y vehiculiza las necesidades de la reacción, cuando a esta no le dan los números.


Lo que vendrá:
Pino se planta (por derecha)




Lo hemos dicho más de una vez en trabajos anteriores. Resulta casi una ley de la política (argentina): el antikirchnerismo a ultranza deposita mansamente a quienes lo practican en las procelosas aguas de la peor derecha. Desde los delirios troskosauricos del Partido Obrero (marchando alineadito con Blumberg y sus fascistas de vela blanca) o la inefable enfermera Vilma Ripoll (grotescamente fungiendo de ala plebeya de la oligarquía) hasta las reaccionarias Corriente Clasista y Combativa y Coalición Cínica (Cívica), los ejemplos son incontables.

Por otra parte, el deplorable espectáculo de ciertas izquierdas pegando con su mano sinistra para favorecer a la peor de las derechas no es en absoluto inusual; ni en nuestro país, ni en el subcontinente ni en el mundo. En los primeros días de diciembre del 2009, visitó la Argentina un dirigente sindical venezolano de “izquierda” y antichavista; que no puede comprender que en la patria llanera si no estás con Chávez, defiendes al imperio; aunque (de modo puramente discursivo) prediques el socialismo a escala intergaláctica. Tal vez en un futuro no demasiado lejano acometamos un estudio sobre la temática de estas orientaciones extrañas y esquizofrénicas. Pero en las presentes líneas dejaremos constancia de las que son -a nuestro juicio- las causas de porque los sectores de centro izquierda se aliaron con lo peor de la reacción en la sesión preparatoria de la Cámara de Diputados de la Nación.

Resulta un lugar común en ámbitos militantes referir la atávica incapacidad de Solanas para construir política. Así se le diluyó el prestigio que había conseguido oponiéndose al latrocinio neoliberal en los ‘90, lo cual le valió inclusive ser herido de bala. Hacer política, según diversos teóricos de la actividad, significa partir de consideraciones en base a un análisis similar al que hemos glosado más arriba, como paso preliminar. Y luego, saber trazar una línea de acción tras haber definido lo más certeramente posible tanto aliados, como adversarios. La opción de Solanas contra la resolución 125 (objetivamente a favor de la oligarquía) significó que sectores que lo habían acompañado; tanto en su fuerza militante, Proyecto Sur, como votantes rasos básicamente de la provincia de Buenos Aires lo abandonasen. Al pasar a la Capital como territorio electoral, el director de cine tomó, de hecho, la decisión de construir sobre otra franja social, la veleidosa y antiperonista clase media porteña. Desde el punto de vista pragmático no le fue mal. Pero su elección lo terminó de encadenar a una franja de condición marcadamente gorila. De cara a semejante opción fue su gesto de darle aire a la coalición de derecha que “flota en el aire” en nuestro sistema político. Además no puede obviarse que su único vínculo con su universo ahora sufragante es el antikircherismo (antiperonismo) rabioso que caracteriza a dirigente y votantes.

Ciertamente que la defensa del petróleo nacional les importa tanto a los votantes capitalinos de (Pro)yecto Sur como la supervivencia de las focas y ballenas a los tripulantes de barcos factoría dedicadas a la captura de los citados cetáceos.

El camino para la construcción política favorable al pueblo implica dejar (un poco) de lado el lucimiento personal. Y Solanas podría haber sido un excelente candidato en la ciudad para arrebatársela a la derecha en el 2011; en una lábil e informal alianza con el Frente para la Victoria y otras opciones progresistas. Pero escogió jugarse por una imposible opción por la presidencia. En ese lastimoso menester continuará con sus gestos operísticos en defensa del patrimonio nacional, mientras sigue sirviendo a la derecha en lo concreto. Ya lo demuestra la elección de sus laderos en el interior, más que a menudo comprometidos con el neoliberalismo y lo peor de la reacción telúrica.

Solidaridad e Igualdad (S.I.) es una fuerza progresista emergida del A.R.I. de Elisa Carrió; del cual se separó luego de la elección del 2007, cuando la adiposa dirigente ya había colmado con creces toda capacidad de asombro en su marcha hacia las posiciones más reaccionarias que pudieren imaginarse. El origen social de semejante orientación -vinculado a las titubeantes, veleidosas y francamente antiperonistas clases medias- fue plenamente confirmado por la acción de los legisladores del S.I. como veremos.

El 2 de diciembre del 2009, había declarado Eduardo Macaluse, su principal vocero y operador parlamentario que “El oficialismo tiene que retener la titularidad de la Cámara de Diputados y de la presidencia de las comisiones que hacen al ejercicio del gobierno”, Diario Página 12 del día citado. Luego convalidó el acuerdo favorable a la derecha que no contempla las condiciones enunciadas por el propio Macaluse y que no es más que la continuidad institucional del golpe de estado (de baja intensidad) que la derecha impulsa contra el pueblo. Para valorar adecuadamente como actuó el S.I. en la presente coyuntura le dejamos la palabra una vez más al propio Macaluse: “Entonces, sumar votos de toda la oposición para arrebatarle la presidencia al FpV es una acción espuria y desestabilizadora”. La presidencia no; pero si la mayoría en todas las comisiones y la dirección de las centrales para la gobernabilidad: lo cual coloca al S.I. en el difícil lugar de fuerza progresista de laboratorio o de cartón. En nuestra opinión, los referentes de la citada corriente deben hacer un esfuerzo por sacudirse las peores rémoras de las clases medias para asumir una orientación correcta. No hay muchos caminos posibles: O se es realmente progresista o se sirve a la reacción. Como las fuerzas del G.E.N. que reconocen el carácter favorable al pueblo de muchas iniciativas del gobierno nacional. Pero como las toma este gobierno (o sea el peronismo, no se animan a decir por miedo a ser catalogados con el correspondiente mote de gorilas) las sabotean.

Lo dicho, el S.I. debe reflexionar acerca si desea sumar (sin disolverse) en un proyecto favorable al pueblo o se embandera con la reacción. Son los caminos de Sabatella o Carrió. La alianza de Carrió con la derecha no tiene retorno. Tal vez Macaluse, Solanas y otros referentes (como los miembros de Libres del Sur y Diálogo por Buenos Aires) quieran transitarlo. Tal vez les vaya bien electoralmente. Pero sin dudas de este modo no aportarán para construir una fuerza nacional, popular, progresista y revolucionaria; a fin que el pueblo argentino alcance los niveles de dignidad y bienestar que merece.

O se está con la patria y con el pueblo, o se está con el Pro, la U.C .R., la Coalición Cínica y otros aquelarres neocoloniales. Los ejemplos de Carrió, Aníbal Ibarra y tantos otros nos demuestran a que conduce errar en la definición de objetivos, aliados y enemigos.


por Raúl Ismán
(raulisman@yahoo.com.ar)

Docente, Escritor, Miembro del Consejo Editorial de la Revista Desafíos. Colaborador habitual del periódico socialista El Ideal. Director de la revista electrónica Redacción popular.






1 comentario:

  1. Osea, que todo se simplifica a la prosapia Bushiana de que: o estas ciegamente con nosotros o estas en el eje del mal? Me extrana que esta persona con tantos reconocimientos academicos tenga una mentalidad tan simple y binaria. Mas alla que cita varios vicios de cierta izquierda vernacula que son verdad, utilizar estos defectos para defenestrar en conjunto a todo aliado que tenga alguna critica al gobierno, en vez de sumar, resta. En estos momentos no se puede tener actitudes tan macartistas para quedar aun mas aislado, sin contar que termina reproduciendo las mismas actitudes deleznables de la derecha que tanto "odia".

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