Se supone que cada quien lee la realidad como le parece o le interesa desde su lugar en el mundo, y los medios hacen lo mismo. Pero cuando los medios coinciden en una mirada uniforme, la pretensión es que esta vez se trata de algo tan resbaladizo como la realidad.
Una forma de ver las cosas: el Gobierno les niega la segmentación de las retenciones que piden los ruralistas, el Gobierno ganó el conflicto pasado y fijó las retenciones en 35 por ciento. El Gobierno rompió el diálogo y empujó a los productores al paro y los cortes de ruta. La zona de Pergamino está al borde del quebranto –según su intendente– por las retenciones a la soja.
O se puede ver al revés. Los ruralistas piden la segmentación de las retenciones, pero ellos la rechazaron cada vez que se la ofrecieron, piden que baje la retención a la soja, pero ellos la fijaron en 35 por ciento cuando ganaron el conflicto del año pasado. Acusan de violento al Gobierno, pero ellos son los que cortan rutas con piquetes amenazantes y al borde de la histeria. Hablan de la importancia del diálogo pero lanzan un paro con duros ataques en medio de las negociaciones. Hablan de la crisis y la sequía y llevan al intendente de Pergamino a dar testimonio. Pergamino es el corazón de la soja, no tuvo sequía y la crisis le pasa a muchos kilómetros de distancia.
Y hay otros contraluces. Se puede transmitir en directo un acto en Plaza de Mayo con mínima concurrencia a favor de la pena de muerte y destacar en primera plana los discursos que contraponen la inseguridad con los derechos humanos. Y al mismo tiempo darle mínima atención mediática a la movilización de cientos de miles de personas en todo el país el 24 de marzo.
Lo que se ve en la pantalla, lo que se lee en los diarios y se escucha en las radios tiene la pretensión de ser la voz “general”, lo que piensan “todos”, la mirada y el pensamiento “de la sociedad”. Los medios no son “la gente”, pero pujan como si lo fueran para tratar de convertirse en su identidad, un ser social. Y sin embargo, pese a toda la campaña que desplegaron sobre la inseguridad, la convocatoria que lograron fue mínima. Pese a la persistente y sistemática acción de subestimación y desgaste de la problemática de los derechos humanos y sin la más mínima convocatoria mediática, los actos por el 24 de marzo tuvieron una asistencia aun mayor que en otros años.
La realidad no se dirime tampoco en la matemática de los actos. La sensación de inseguridad está instalada en las clases medias y altas urbanas, aunque la asistencia a esos actos fuera mínima. Y el mal humor entre los productores rurales se mantiene aunque no vayan a los cortes de ruta ni asistan a los actos de la Mesa de Enlace. Pero la realidad virtual plantea el escenario más crispado de todos, el más violento e intolerante, retoma pulsaciones que se agitan en distintos planos de la sociedad y las proyecta a un estado de máxima exasperación. La asamblea de obispos advirtió sobre la reverberancia de este clima volcánico pero evitó referirse ni lejanamente a esa exacerbación mediática uniforme que se incrementó en los últimos años.
Las experiencias históricas en circunstancias donde los medios siguieron esta misma mecánica de realidades virtuales crispadas y extremas, como después del golpe del ’55, antes del golpe contra Illia en el ’66 o durante la Guerra de Malvinas, demostraron que incluso los grupos sociales que son llevados a esa exasperación o los que la expresan se repliegan después de un tiempo, y reflexionan sobre los excesos violentos del antiperonismo, la implacable exageración de los ataques contra Illia o los discursos patrioteros y demagógicos del ’82. Es imposible olvidarse, esconder o maquillar ese pasado porque quedó plasmado en los medios de la época que fueron sus principales instigadores. Ellos son la prueba de aquellos pecados que ahora avergüenzan, como haber participado en una horda de linchamiento.
Es interesante que en esos tres ejemplos históricos los signos políticos se entrecrucen. Lo que fue usado contra el peronismo en el ’55, después fue usado contra los radicales en el ’66. Y en el ’82 sirvió para alimentar ilusoriamente a la dictadura. Bien disfrazado, pero nunca a favor de una buena causa.
Cuando esa realidad virtual habla en nombre de toda la sociedad, en realidad deja fuera a un amplio sector que se relaciona de otra manera con ella. La relación de los sectores pobres con esa construcción mediática es diferente de la de los grupos medios y altos porque sus intereses son sus necesidades básicas, inmediatas y concretas que los medios no le resuelven. No ven programas políticos y como grupo social casi no aparecen en los medios. Cuando lo hacen es por lo general en situaciones denigratorias, en las notas policiales, como nota antropológica de la pobreza o de menosprecio político. No se produce un vínculo identitario tan fuerte como el que se crea entre los medios y las capas medias. En general tratan de interpretar a este amplio, y podría decirse mayoritario, grupo social con la idiosincrasia de las capas medias o altas.
Cuando los medios hablan en nombre de todos, incluyendo a los pobres, en realidad los desconocen. Los subordinan a una visión de la realidad sin saber exactamente cuáles son los puntos de contacto que tienen con ella. En una sociedad compartimentada como la que dejó la dictadura y luego el neoliberalismo menemista y delarruista, los pobres tienen poca visibilidad social. Pero las elecciones, como las del próximo 28 de junio, constituyen uno de los escasos momentos de afloración, donde algunos de sus deseos se hacen públicos para el resto de la sociedad.
Esa irrupción puede coincidir con el consenso mediático establecido. Pero es muy probable también que lo contradiga. Y en cualquiera de los dos casos, lo hará por razones diferentes a las de esta especie de sentido común supuestamente aceptado por todo el mundo. El lenguaje de los medios da por sabida, descontada y obvia la derrota del Gobierno en las próximas elecciones por el éxodo de las capas medias urbanas y rurales. Más que en el análisis, es la sensación que está en lo coloquial de los comentarios políticos, en la necesidad de proyectar un mensaje que hable en nombre de todos. El kirchnerismo asegura que los pobres no acompañaron ese derrotero de las capas medias y los más optimistas se preguntan hasta qué punto ese proceso en las capas medias es tan homogéneo.
Sin la intención de hacer pronósticos, sino solamente para hacer una especulación sobre el discurso mediático: suponiendo que los resultados estuvieran más cerca de esa expectativa del oficialismo aunque fuera en forma parcial, la realidad se habría expresado de una manera mucho más compleja que ese discurso tan cerrado. Estaría demandando el esfuerzo de una mirada un poco más profunda. La pregunta es hasta qué punto la realidad incidiría para modificar un discurso mediático que se construyó sobre una verdad inapelable que en este caso sería cuestionada.
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