Frente a la decisión del parlamento de Crimea de celebrar el 16 de marzo un referéndum para salir de Ucrania y unirse a Rusia, Occidente baraja todo tipo de sanciones y mueve tropas y armadas en el Báltico, Polonia, Egeo y Mar Negro. Se avanza hacia una reedición de la crisis de los misiles de 1962 que puso al planeta al borde de un cataclismo nuclear. En este caso, la isla no se llama Cuba, sino lo que está en juego es la península de Crimea.
En lengua eslava “Ucrania” significa “territorio fronterizo” y esta condición de territorio limítrofe, entre Rusia y el mundo europeo occidental ha sido determinante para entender la condición de país estratégico. Ucrania cuenta con 45 millones de habitantes, fuertes tensiones sociales y económicas entre un oeste más cercano a Europa y un sur y este que se cobija ante la sombra rusa, el segundo ejército más grande de Europa y el paso obligado de los gasoductos rusos que abastecen el 70% del consumo europeo de ese combustible. Si Rusia –como parte de la actual escalada de sanciones y de despliegue armamentista,, decidiera cerrar los gasoductos, los europeos se morirían de frío.
La crisis en Ucrania puede desembocar en una lucha armada de terribles consecuencias. Aun si no estalla una guerra, el conflicto en Ucrania y Crimea marcará las relaciones internacionales y las percepciones europeas, estadounidenses y rusas durante los próximos lustros de manera decisiva.
Las raíces de esta crisis constituyen una madeja compleja y por eso hay que desconfiar de las narrativas simplificadoras (provenientes de Moscú o Washington). Entre las causas que llevan al conflicto actual se encuentra la expansión del militarismo estadounidense que nunca abandonó sus obsesiones de la guerra fría. También se encuentra la voracidad del capital financiero que busca consolidar el neoliberalismo en Ucrania.
Las mafias en el poder en Rusia y en Kiev son el complemento perfecto para detonar el conflicto. Para los ucranianos las opciones han sido permanecer bajo el dominio de mafias que simpatizan con Moscú, o entregarse a mafias inclinadas al acercamiento con la Unión Europea y Washington.
Tras el derrumbe de la URSS, las corrientes más conservadoras en Estados Unidos no resistieron la tentación de aprovechar el momento para buscar la expansión de la OTAN y desplazar la línea divisoria de la antigua guerra fría hasta la frontera con Rusia.
La OTAN no sólo no desapareció, sino que cultivó sus ambiciones estratégicas en lo que había sido el espacio soviético durante la guerra fría. Esa expansión se inició con Clinton y prosiguió con Bush. Para algunos analistas esto se acompaña de los sueños del Pentágono de ver un día a la flota estadounidense fondear en Sebastopol y Balaclava, los principales puertos de Crimea.
Por su parte, la Unión Europea buscó negociar un pacto que daría a Kiev un estatus privilegiado en lo comercial y financiero. Bruselas ofreció además un trato especial en materia de visas y otros incentivos, pero sin otorgar la membrecía. El verdadero objetivo de la UE es reducir la influencia rusa, en especial después de la iniciativa de Putin en Siria (que enfrió los planes más intervencionistas de Estados Unidos) y el otorgamiento de asilo a Snowden (hecho que Washington no perdona).
El paquete ofrecido por la UE incluía las típicas medidas de austeridad que pusieron de rodillas a Grecia y tanto daño han causado en Europa. Pero lo más importante es que el tratado con la UE incluía cláusulas de contenido militar que obligarían a Ucrania a seguir lineamientos estratégicos de la OTAN. Para Moscú esto marcó un punto de inflexión y por ello intensificó la presión sobre el corrupto presidente ucraniano Yanukovich. El 9 de noviembre pasado, Putin se reunió en secreto con su homólogo ucraniano para firmar un tratado alternativo entre Kiev y Moscú. En la recta final, además de acceso al mercado ruso Putin ofreció condonar parte importante de la deuda y varios miles de millones de euros en créditos.
El anuncio generó una oleada de protestas que terminó por derrocar a Yanukovich. Moscú sintió que perdía la oportunidad de frenar las pretensiones de expansión de los estadounidenses y europeos.
El derrocamiento de Yanukovich fue un golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos-UE-OTAN en flagrante violación del derecho internacional y la posterior instalación de un gobierno neonazi.
La verdad prohibida es que Occidente ha organizado –mediante una operación encubierta cuidadosamente preparada– la formación de un régimen títere integrado por neonazis. Como confirmó la secretaria adjunta de Estado Victoria Nuland, organizaciones clave en Ucrania, incluyendo el partido neonazi Svoboda fueron generosamente apoyadas por Washington: “Hemos invertido más de 5.000 millones de dólares para ayudar a Ucrania a lograr estos y otros objetivos… Seguiremos promoviendo Ucrania hacia el futuro que merece”.
Los medios occidentales han evitado de paso analizar la composición y apuntalamientos ideológicos de la coalición de gobierno. La palabra “neonazi” ha sido excluida del diccionario de los comentarios de los medios dominantes. No aparecerá en las páginas del New York Times, el Washington Post o The Independent.
No se trata de un gobierno de transición en el cual elementos neonazis integran el margen de la coalición, dirigida formalmente por el partido Patria. El gabinete no sólo está integrado por Svoboda y Sector Derecho (para no mencionar a ex miembros del difunto UNA-UNSO), las dos principales entidades neonazis se han hecho cargo de posiciones clave que les otorgan un control de facto sobre las Fuerzas Armadas, la Policía y la Seguridad Nacional.
Mientras el Partido Patria de Yatsenuyk controla la mayoría de los cargos, y el líder neonazi de Svoboda, Oleh Tyahnybok, no obtuvo un puesto importante en el gabinete (aparentemente a solicitud de la secretaria adjunta de Estado Victoria Nuland), miembros de Svoboda y de Sector Derecho ocupan posiciones clave en las áreas de Defensa, Mantenimiento del Orden, Educación, Justicia, y Asuntos Económicos.
Andriy Parubiy, cofundador del neonazi Partido Social-Nacional de Ucrania (subsiguientemente rebautizado Svoboda) fue nombrado Secretario del Comité de Seguridad Nacional y Defensa Nacional, Rnbou, una posición clave que supervisa el Ministerio de Defensa, las fuerzas armadas, el Mantenimiento del Orden, la Seguridad Nacional e Inteligencia.
Si la intervención rusa en Crimea es ilegal y peligrosa como afirma Barack Obama, ninguna de las potencias que pretenden dar lecciones de civilidad a Moscú tiene las manos limpias. La hipocresía de Washington es grande, pero no alcanza a ocultar su desprecio por el derecho internacional. Los ejemplos de Irak, Afganistán y Libia todavía están frescos en la memoria. Según la lógica de la Guerra Fría, en la que Washington y Moscú dirimían sus batallas en América latina, Asia y África, ahora lo que sigue es la venganza de Washington a Moscú corporizada en el bombardeo a Siria.
20/03/14
Rusia anunció que completará la anexión de Crimea esta semana
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