El debate público sobre la Ley de Medios no sólo se nutrió de argumentos, chicanas, golpes bajos y amenazas, sino que también estuvo poblado de citas a personajes de peso en el campo cultural e intelectual.
Cuando los diputados Eduardo Macaluse (Solidaridad e Igualdad) y Claudio Morgado (Concertación) fundamentaron su voto positivo a la nueva norma, la Cámara de representantes se tiñó por un ratito de los colores que pueblan la academia.
Macaluse comenzó citando a Thomas Jefferson y luego siguió con Giovanni Sartori, Murray Edelman, Umberto Eco y Ryszadrd Kapuscinski.
Morgado continuó mencionando a George Berkeley, Pierre Bourdieu, Jacques Derrida y hasta al cineasta Wim Wenders.
Beatriz Sarlo, en su columna opositora a la ley publicada en Clarín, suma a Michel Foucault y Ferdinand de Saussaure. Tantos autores podrían conformar una interesantísima biblioteca. El uso de nombres propios relevantes, si son bien citados, se transforma en una fuente de autoridad, además de brindar una pátina de prestigio a quien recurre a ellos. Pero si la cita no tiene tanta pertinencia, la intención de legitimar el discurso no funciona y tanta profusión de nombres puede sonar un tanto ridícula. Si bien hubo un poco de cada cosa en las intervenciones en cuestión, no debería soslayarse el hecho de que estos autores hayan ingresado al debate en el Parlamento. Para celebrar el acontecimiento, una pequeña guía para saber quién es quién entre tanto pensador célebre citado.
Giovanni Sartori. Nació en Italia en 1924, es conocido como el príncipe de la ciencia política de la izquierda liberal europea. Además de su contribución a la teoría de la democracia y del sistema de partidos, postula que la sociedad contemporánea está tan marcada por la televisión que se transformó en una “videocracia” y que el homo sapiens se transfiguró, entonces, en homo videns. Para Sartori, el hombre es un esclavo de la imagen; mientras que los mass media (fundamentalmente la televisión) crean las corrientes de opinión que luego atribuyen a sectores sociales y, de ese modo, los “hechos de la realidad” son tales sólo al ser televisados. El intelectual de 85 años está noviando con una periodista de 40.
Murray Edelman. Politólogo estadounidense (1919-2001), autor de La construcción del espectáculo político, su obra más difundida, donde propone que las noticias periodísticas no transmiten hechos, sino que construyen un espectáculo que, a su vez, es una interpretación que refleja las diversas situaciones sociales de la audiencia y el lenguaje y los símbolos a los que están expuestos.
Umberto Eco. Semiólogo y novelista italiano, nació en 1932 y se consagró en el mundo de las letras con la excepcional novela El nombre de la rosa (que remite al poema “Cratilo”, de Jorge Luis Borges), un tratado filosófico y novela policial que transcurre en un monasterio medieval, cuyo bibliotecario está inspirado en nuestro gran escritor. Sus estudios acerca de la semiología y la filosofía del lenguaje lo consagran como uno de los grandes pensadores de estos tiempos.
Ryszard Kapuscinski. Periodista polaco (1932-2007) que se convirtió en el gran cronista del siglo XX por su trabajo como corresponsal extranjero de la agencia de noticias polaca. Cubrió guerras, golpes de Estado y revoluciones alrededor del mundo. Sus narraciones estaban imbuidas por el poder de la literatura, sin perder de vista la realidad. Muchos periodistas harían bien al recordar una de sus máximas: “Los cínicos no sirven para el oficio periodístico”.
Thomas Jefferson. Tercer presidente de Estados Unidos, nació en 1743 y murió en 1826. Niño prodigio nacido en una familia aristocrática, fue el principal redactor de la declaración de independencia de su país. Macaluse comenzó su alocución citándolo: “No podemos creer nada de lo que se lee en un periódico. La misma noción de verdad resulta sospechosa cuando está inmersa en ese transmisor de polución”.
Michel Foucault. Pensador francés (1926-1984) que escudriñó los mecanismos del poder y las formas que tiene para expandirse en la sociedad. Estudió con sagacidad los sistemas carcelarios, los manicomios y escribió una magnífica historia de la sexualidad. Inscribió su trabajo en la tradición griega de la parresía, que implica defender una verdad sin importar los peligros que ese acto implique. Murió enfermo de sida durante los primeros años de la enfermedad.
Ferdinand de Saussaure. Fundador de la lingüística moderna, nació en 1857 y murió en 1913 en Suiza. El origen arbitrario de la lengua y la descomposición del signo en significante y significado (y sus lecciones recopiladas en el Curso de lingüística general) fueron aportes fundamentales para la semiología contemporánea e, incluso, resultaron estratégicos para la constitución del estructuralismo. Sarlo lo citó al señalar que la palabra “caballo” no trota.
Pierre Bourdieu. Sociólogo francés nacido en 1930 y fallecido en 2002. Entre sus variados aportes al mundo de las ideas, se pueden contabilizar sus estudios sobre el rol de los intelectuales en el capitalismo, las formas del capital que exceden su rol económico (capital simbólico, cultural) y los diferentes campos que se establecen en la sociedad. Morgado lo citó a cuenta de sus críticas a la televisión.
Jacques Derrida. Pensador francés nacido en Argelia en 1930 y fallecido en París en 2004. La deconstrucción como método crítico es uno de sus grandes legados a la cultura. Sus ideas fueron fundamentales para la construcción del posestructuralismo. Señalado por algunos como un “pensador abstruso”, en realidad, su obra es una de las más fascinantes de la última mitad del siglo XX. De la gramatología, La Différance o “Ante la ley, de Kafka” son pruebas magistrales que aún hoy siguen enseñando a leer la literatura y el mundo.
William Randolph Hearst. Periodista y magnate de la prensa estadounidense, nació en 1863 y murió en 1951. A los 23 años comenzó a dirigir un periódico que su padre había ganado en una apuesta, el San Francisco Examiner. Se lo reconoce como el inventor del sensacionalismo o prensa amarilla. Con los años, llegó a poseer 28 diarios, 18 revistas, cadenas de radio y productoras de cine, en los que contó con los mejores periodistas del momento, entre ellos Jack London. Ese imperio mediático podría equipararse, en algún punto, con el monopolio Clarín. Su vida fue reflejada por Orson Welles en el gran film Ciudadano Kane.
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